"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA LA FIESTA DE SAN LORENZO,
DIÁCONO Y MÁRTIR
“Os aseguro que si el grano de trigo no cae en
tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”.
Hoy la Iglesia universal (¿sabías que la
palabra “católica” quiere decir “universal”?) celebra la Fiesta de san Lorenzo,
mártir. Lorenzo fue uno de los siete diáconos de la Iglesia de Roma, en donde
fue martirizado el 10 de agosto de 258. El papa Sixto lo había ordenado diácono
y nombrado administrador de los archivos y los bienes de la Iglesia, y el
cuidado de los pobres. Se le venera como santo patrón de los bibliotecarios.
Lorenzo es uno de esos santos cuya vida está
rodeada de anécdotas y leyendas, entre las que podemos resaltar que se dice que
entre los tesoros de la Iglesia cuya custodia se le habían confiado a Lorenzo
estaba el “Santo Grial”, es decir, la copa utilizada por Jesús en la
institución de la Eucaristía durante la última cena. A partir de ahí se han
urdido toda clase de leyendas e intrigas, sobre todo para aquellos que gustan
de ese tipo de historias
Otra anécdota cuenta que cuando el papa Sixto
fue asesinado, el alcalde pagano de Roma le pidió a Lorenzo que le entregara
todas las riquezas de la Iglesia, a lo que éste le pidió tiempo para
recolectarlas. Entonces fue y recogió a todos los pobres, huérfanos, viudas,
enfermos, tullidos, ciegos y leprosos que él atendía y se los presentó al
alcalde diciéndole: “Estos son los tesoros de la Iglesia”. El alcalde, furioso
por la actuación de Lorenzo lo condenó a muerte diciéndole: “Pero no creas que
morirás en un instante, lo harás lentamente y soportando el mayor dolor de tu
vida”.
Precisamente con su martirio tiene que ver la
tercera anécdota. La “muerte lenta” que le prometió el alcalde fue morir asado
en una parrilla. Cuenta la leyenda que, en medio del martirio, dijo a su
verdugo: “Dadme la vuelta, que por este lado ya estoy hecho”.
En ocasiones hemos hablado de la “letra chica”
del seguimiento de Jesús y cómo Jesús tiene una cruz distinta para cada uno de
nosotros, según sus misteriosos designios. Lorenzo leyó esa letra chica y
aceptó seguir a Jesús y dar testimonio de su Palabra sin importar las
consecuencias. Con su muerte dio testimonio de la resurrección de Jesús (la
palabra “mártir” quiere decir “testigo”) y logró que la Palabra de Dios diera
fruto en abundancia.
La lectura evangélica que nos propone la liturgia
para esta Fiesta (Jn 12,24-26) le da sentido al martirio de Lorenzo: “Os
aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo;
pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se
aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que
quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor;
a quien me sirva, el Padre lo premiará”.
Jesús nos invita a seguirle y nos advierte lo
que nos espera. Lorenzo lo siguió hasta la muerte. Y pensar que a nosotros se
nos hace tan difícil seguirlo en el sufrimiento, aún en las cosas más pequeñas,
insignificantes, que a veces sacamos de proporción y nos parecen tan
“dolorosas”. ¡Atrévete! No te vas a arrepentir. ¿Sabes cuál es el secreto? Una
sola palabra: Amor.
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