"ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL SÁBADO DE LA DÉCIMA
QUINTA SEMANA DEL T.O. (1)
“… el pábilo vacilante no lo apagará”.
“La estancia de los israelitas en Egipto duró
cuatrocientos treinta años. Cumplidos los cuatrocientos treinta años, el mismo
día, salieron de Egipto las legiones del Señor. Noche en que veló el Señor para
sacarlos de Egipto: noche de vela para los israelitas por todas las
generaciones”. Así concluye la primera lectura de hoy (Ex 12,37-42). Esa noche
fue de vigilia para el pueblo judío. La noche de su liberación. Asimismo la
vigilia pascual será para nosotros la noche de nuestra liberación de las
cadenas de la muerte que nos habían mantenido esclavizados. ¡Jesús vive! Y con
su resurrección nos abrió el camino a la vida eterna.
La lectura evangélica (Mt 12, 14-21) es secuela
del que hubiésemos leído ayer, de no haber coincidido con la Fiesta de Nuestra
Señora del Carmen, sobre las espigas arrancadas en sábado por los discípulos de
Jesús. Al final de aquél pasaje Jesús se proclama “Señor del sábado” ante la
rabia de los fariseos. Pero lo que colmó la copa fue que de allí se fue a la
sinagoga y curó a un hombre que tenía la mano paralizada. Es decir “violó” el
sábado haciendo una curación, y ¡en plena sinagoga! (12,9-13). A pesar de las
explicaciones de Jesús a los efectos de que es lícito hacer el bien a un ser
humano incluso en sábado, los fariseos comienzan a tramar la forma de
eliminarle. Jesús se marcha inmediatamente y continúa curando enfermos y
expulsando demonios, pidiendo a todos que no revelaran su paradero.
Aunque Marcos narra también el episodio de la
partida de Jesús de forma bien abreviada (Mc 1,35-39), Mateo lo narra con mayor
detalle, enfatizando la curación en la sinagoga en sábado, y citando al profeta
Isaías (Is 42,1-4). Recordemos que Mateo escribe su evangelio para los judíos
de Palestina convertidos al cristianismo, con el propósito de probar que Jesús
es el Mesías esperado, ya que el Él se cumplen todas las profecías del Antiguo
Testamento. De ahí que preceda la cita de Isaías con la frase “así se cumplió
lo que dijo el profeta”, frase que Mateo repite en numerosas ocasiones a lo
largo de su relato evangélico.
“No porfiará, no gritará, no voceará por las
calles. La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará”, nos
dice la profecía de Isaías citada por Mateo. De esta manera el evangelista
justifica la “huida” de Jesús. Nos está diciendo que Jesús no se escondió por
miedo ni cobardía, ni por sentirse fracasado. En la huida de Jesús vemos el
cumplimiento de la profecía. El Mesías vino a implantar el derecho y la
justicia, pero no con espadas ni con ejércitos, sino desde la debilidad. La
“revolución” que Jesús vino a traer es una que se da en el interior de las
personas, no en las instituciones de su época. Por eso a Dios le encanta usar a
los débiles (Cfr. 2 Cor 12,9; 13,4); así manifiesta su gloria para que todos
crean.
Todos tenemos nuestras debilidades y defectos.
Aun así Dios nos está llamando a servirle. No miremos nuestra pequeñez, nuestra
debilidad; miremos su Poder. Una vez más te invito a decir con María: “Hágase
en mí según tu Palabra”.
Que pasen un hermoso fin de semana en la PAZ
del Señor, sin olvidarse de dar una vueltita por la Casa del Padre para
decirle: “Aquí estoy; dime Señor qué quieres de mí”.
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