"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
Misa de la Vigilia Pascual
Gn 1,1-2,2: Vio Dios todo lo que
había hecho; y era muy bueno.
Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La
tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento
de Dios se cernía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: -«Que exista la luz.»
Y la luz existió. Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la
tiniebla; llamó Dios a la luz «Día»; a la tiniebla, «Noche». Pasó una tarde,
pasó una mañana: el día primero.
Y dijo Dios: -«Que exista una bóveda entre las
aguas, que separe aguas de aguas. » E hizo Dios una bóveda y separó las aguas
de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda.
Y así fue. Y llamó Dios a la bóveda «Cielo».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo. Y dijo Dios: -«Que se junten
las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y que aparezcan los
continentes.» Y así fue. Y llamó Dios a los continentes «Tierra», y a la
masa de las aguas la llamó «Mar». Y vio Dios que era bueno. Y dijo Dios:
-«Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles frutales que
den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra. »Y así fue. La
tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles
que daban fruto y llevaban semilla según su especie. Y vio Dios que era bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero. Y dijo Dios: -«Que existan
lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche, para señalar
las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo,
para dar luz sobre la tierra. » Y así fue. E hizo Dios dos lumbreras grandes:
la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche, y
las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la
tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla. Y vio
Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto. Y dijo
Dios: -«Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la
tierra frente a la bóveda del cielo.» Y creó Dios los cetáceos y los vivientes
que se deslizan y que el agua hizo pulular según sus especies, y las aves
aladas según sus especies. Y vio Dios que era bueno. Y Dios los bendijo,
diciendo: -«Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se
multipliquen en la tierra.» Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto. Y
dijo Dios: -«Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales
domésticos, reptiles y fieras según sus especies.» Y así fue. E hizo Dios las
fieras según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los
reptiles según sus especies. Y vio Dios que era bueno. Y dijo Dios: -«Hagamos
al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves
del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.» Y creó Dios al
hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó. Y los
bendijo Dios y les dijo: -«Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla;
dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven
sobre la tierra.» Y dijo Dios: -«Mirad, os entrego todas las hierbas que
engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que
engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra,
a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que
respira, la hierba verde les servirá de alimento. » Y así fue. Y vio Dios todo
lo que había hecho; y era muy bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día
sexto. Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos. Y concluyó
Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el día
séptimo de todo el trabajo que había hecho.
Salmo Responsorial
103,1-2a.5-6.10.12.13-14.24.35c:
Envía tu espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra.
Bendice, alma mía, al Señor; ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de
belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Asentaste la tierra sobre
sus cimientos, y no vacilará jamás; la cubriste con el manto del océano, y las
aguas se posaron sobre las montañas.
De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes; junto
a ellos habitan las aves del cielo, y entre las frondas se oye su canto. Desde
tu morada riegas los montes, y la tierra se sacia de tu acción fecunda; haces
brotar hierba para los ganados, y forraje para los que sirven al hombre.
Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría; la tierra
está llena de tus criaturas. ¡Bendice, alma mía, al Señor!
Segunda Lectura
Gn 22,1-18: El sacrificio de
Abrahán, nuestro padre en la fe.
En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán,
llamándole: -«¡Abrahán! »
Él respondió: -«Aquí me tienes.»
Dios le dijo: -«Toma a tu hijo único, al que
quieres, Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio
en uno de los montes que yo te indicaré. »
Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó
consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se
encaminó al lugar que le había indicado Dios.
El tercer día levantó Abrahán los ojos y
descubrió el sitio de lejos. Y Abrahán dijo a sus criados: -«Quedaos aquí con
el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos
con vosotros.»
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la
cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban
juntos.
Isaac dijo a Abrahán, su padre: -«Padre.»
El respondió: -«Aquí estoy, hijo mío.»
El muchacho dijo: -«Tenernos fuego y leña,
pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?»
Abrahán contestó: -«Dios proveerá el cordero
para el sacrificio, hijo mío.»
Y siguieron caminando juntos.
Cuando llegaron al sitio que le habla dicho
Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac
y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo
para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
-«¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó: -«Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó: -«No alargues la mano
contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has
reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero
enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció
en sacrificio en lugar de su hijo.
Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo
que se dice aún hoy «El monte del Señor ve».
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán
desde el cielo: -«Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto,
por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus
descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus
descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los
pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»
Salmo Responsorial
Sal 15,5.8.9-10.11: Protégeme,
Dios mío, que me refugio en ti.
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi
suerte está en tu mano. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no
vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis
entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni
dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás
de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.
Tercera Lectura
Ex 14,15-15,1: Los israelitas en
medio del mar a pie enjuto.
En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:
-« ¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los
israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano
sobre el mar y divídelo, para que los israelitas entren en medio del mar a pie
enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan,
y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su ejército, de sus carros
y de los guerreros. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya
cubierto de gloria a costa del Faraón, de sus carros y de sus guerreros.»
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba
al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de
nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el
campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa,
y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran trabar contacto.
Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar -durante toda la
noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y se dividieron las aguas.
Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas
formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su
persecución, entrando tras ellos, en medio del mar, todos los caballos del
Faraón y los carros con sus guerreros.
Mientras velaban al amanecer, miró el Señor al
campamento egipcio, desde la columna de fuego y nube, y sembró el pánico en el
campamento egipcio. Trabó las ruedas de sus carros y las hizo avanzar
pesadamente.
Y dijo Egipto: -«Huyamos de Israel, porque el
Señor lucha en su favor contra Egipto. »
Dijo el Señor a Moisés: -«Extiende tu mano
sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus
jinetes.»
Y extendió Moisés su mano sobre el mar; y al
amanecer volvía el mar a su curso de siempre. Los egipcios, huyendo, iban a su
encuentro, y el Señor derribó a los egipcios en medio del mar.
Y volvieron las aguas y cubrieron los carros,
los jinetes y todo el ejército del Faraón, que lo había seguido por el mar. Ni
uno solo se salvó.
Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco
en medio del mar; las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda.
Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos
de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio
la mano grande del Señor obrando contra los egipcios, y el pueblo temió al
Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.
Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron
este canto al Señor:
Lectura sálmica
Ex 15,1-2.3-4.5-6.17-18: Cantaré
al Señor, sublime es su victoria.
Cantaré al Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar. Mi fuerza y mi poder es el Señor, él
fue mi salvación. Él es mi Dios: yo lo alabaré; el Dios de mis padres: yo lo
ensalzaré.
El Señor es un guerrero, su nombre es «El
Señor». Los carros del Faraón los lanzó al mar, ahogó en el mar Rojo a sus
mejores capitanes.
Las olas los cubrieron, bajaron hasta el fondo
como piedras. Tu diestra, Señor, es fuerte y terrible, tu diestra, Señor,
tritura al enemigo.
Los introduces y los plantas en el monte de tu
heredad, lugar del que hiciste tu trono, Señor; santuario, Señor, que fundaron
tus manos. El Señor reina por siempre jamás.
Cuarta Lectura
Is 54,5-14: Con misericordia
eterna te quiere el Señor, tu redentor.
El que te hizo te tomará por esposa; su nombre
es Señor de los ejércitos. Tu redentor es el Santo de Israel, se llama Dios de
toda la tierra. Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor;
como a esposa de juventud, repudiada -dice tu Dios-. Por un instante te
abandoné, pero con gran cariño te reuniré.
En un arrebato de ira te escondí un instante mi
rostro, pero con misericordia eterna te quiero -dice el Señor, tu redentor-. Me
sucede como en tiempo de Noé: juré que las aguas del diluvio no volverían a
cubrir la tierra; así juro no airarme contra ti ni amenazarte.
Aunque se retiren los montes y vacilen las
colinas, no se retirará de ti mi misericordia, ni mi alianza de paz vacilará
-dice el Señor, que te quiere-. ¡Oh afligida, zarandeada, desconsolada! Mira,
yo mismo coloco tus piedras sobre azabaches, tus cimientos sobre zafiros; te
pondré almenas de rubí, y puertas de esmeralda, y muralla de piedras preciosas.
Tus hijos serán discípulos del Señor, tendrán gran paz tus hijos. Tendrás firme
asiento en la justicia. Estarás lejos de la opresión, y no tendrás que temer; y
lejos del terror, que no se te acercará.
Salmo responsorial
Sal 29,2.4.5-6.11.12a.13b: Te
ensalzaré, Señor, porque me has librado.
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no
has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, y
me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.
Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias
a su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al
atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo.
Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor,
socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por
siempre.
Quinta lectura
Is 55,1-11: Venid a mí, y
viviréis; sellaré con vosotros alianza perpetua.
Así dice el Señor: «Oíd, sedientos todos,
acudid por agua, también los que no tenéis dinero: venid, comprad trigo, comed
sin pagar vino y leche de balde. ¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta,
y el salario en lo que no da hartura?
Escuchadme atentos, y comeréis bien,
saborearéis platos sustanciosos. Inclinad el oído, venid a mí: escuchadme, y
viviréis. Sellaré con vosotros alianza perpetua, la promesa que aseguré a
David: a él lo hice mi testigo para los pueblos, caudillo y soberano de
naciones; tú llamarás a un pueblo desconocido, un pueblo que no te conocía
correrá hacia ti; por el Señor, tu Dios, por el Santo de Israel, que te honra.
Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca; que el
malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor, y
él tendrá piedad, a nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis planes no son
vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos -oráculo del Señor-. Como
el cielo es más alto que la tierra, mis caminos son más altos que los vuestros,
mis planes, que vuestros planes.
Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no
vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla
germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi
palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad
y cumplirá mi encargo.»
Lectura sálmica
Is 12,2-3.4bcd.5-6: Sacaréis
aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Él es mi Dios y salvador: confiaré y no temeré;
porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación. Y sacaréis aguas
con gozo de las fuentes de la salvación.
Dad gracias al Señor, invocad su nombre; contad
a los pueblos sus hazañas, proclamad que su nombre es excelso. Tañed para el
Señor, que hizo proezas, anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos,
habitantes de Sión: «Qué grande es en medio de ti el santo de Israel.»
Sexta lectura
Ba 3,9-15.32-4,4: Caminad a la
claridad del resplador del Señor.
Escucha, Israel, mandatos de vida; presta
oídos para aprender prudencia. ¿A qué se debe, Israel, que estés aún en país
enemigo, que envejezcas en tierra extranjera, que estés contaminado entre los
muertos, y te cuenten con los habitantes del abismo? Es que abandonaste la
fuente de la sabiduría. Si hubieras seguido el camino de Dios, habitarías en
paz para siempre. Aprende dónde se encuentra la prudencia, el valor y la
inteligencia; así aprenderás dónde se encuentra la vida larga, la luz de los
ojos y la paz. ¿Quién encontró su puesto o entró en sus almacenes?
El que todo lo sabe la conoce, la examina y la
penetra. El que creó la tierra para siempre y la llenó de animales cuadrúpedos;
el que manda a la luz, y ella va, la llama, y le obedece temblando; a los
astros que velan gozosos en sus puestos de guardia, los llama, y responden:
«Presentes», y brillan gozosos para su Creador. Él es nuestro Dios, y no hay
otro frente a él; investigó el camino de la inteligencia y se lo enseñó a
su hijo, Jacob, a su amado, Israel.
Después apareció en el mundo y vivió entre los
hombres. Es el libro de los mandatos de Dios, la ley de validez eterna: los que
la guarden vivirán; los que la abandonen morirán. Vuélvete, Jacob, a recibirla,
camina a la claridad de su resplandor; no entregues a otros tu gloria, ni
tu dignidad a un pueblo extranjero. ¡Dichosos nosotros, Israel, que conocemos
lo que agrada al Señor!
Salmo responsorial
Sal 18,8.9.10.11: Señor, tú
tienes palabras de vida eterna.
La ley del Señor es perfecta y es descanso del
alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.
Los mandatos del Señor son rectos y alegran el
corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.
La voluntad del Señor es pura y eternamente
estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.
Más preciosos que el oro, más que el oro fino;
más dulces que la miel de un panal que destila.
Séptima lectura
Ez 36,16-28: Derramaré sobre
vosotros un agua pura, y os daré un corazón nuevo.
Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán,
cuando la casa de Israel habitaba en su tierra, la profanó con su conducta, con
sus acciones; como sangre inmunda fue su proceder ante mí.
Entonces derramé mi cólera sobre ellos, por la
sangre que habían derramado en el país, por haberlo profanado con sus
idolatrías. Los esparcí entre las naciones, anduvieron dispersos por los
países; según su proceder, según sus acciones los sentencié. Cuando llegaron a
las naciones donde se fueron, profanaron mi santo nombre; decían de ellos:
“Éstos son el pueblo del Señor, de su tierra han salido. Sentí lástima de mi
santo nombre, profanado por la casa de Israel en las naciones a las que se fue.
Por eso, di a la casa de Israel: Esto dice el
Señor: “No lo hago por vosotros, casa de Israel, sino por mi santo nombre,
profanado por vosotros, en las naciones a las que habéis ido. Mostraré la
santidad de mi nombre grande, profanado entre los gentiles, que vosotros habéis
profanado en medio de ellos; y conocerán los gentiles que yo soy el Señor
-Oráculo del Señor-, cuando les haga ver mi santidad al castigaros. Os recogeré
de entre las naciones, os reuniré de todos los países, y os llevaré a vuestra
tierra. Derramaré sobre vosotros un agua pura que os purificará: de todas
vuestras inmundicias e idolatrías os he de purificar. Y os daré un corazón
nuevo, y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vuestra carne
el corazón de piedra,y os daré un corazón de carne. Os infundiré mi espíritu, y
haré que caminéis según mis preceptos, y que guardéis y cumpláis mis mandatos.
Y habitaréis en la tierra que di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo,
y yo seré vuestro Dios.”»
Salmo responsorial
Sal 41,3.5bcd;42,3.4: Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
Tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.
Envía tu luz y tu verdad; que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada.
Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío.
Rm 6,3-11: Cristo, una vez
resucitado de entre los muertos, ya no muere más.
Hermanos: Los que por el bautismo nos
incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la
muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la
gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Porque, si nuestra existencia está unida a él
en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya.
Comprendamos que nuestra vieja condición ha
sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de
pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere
ha quedado absuelto del pecado.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos
que también viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de
entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él.
Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es
un vivir para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al
pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Sal 117,1-2.l6ab-17.22-23:
Aleluya, aleluya, aleluya.
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es
eterna su misericordia. Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
La diestra del Señor es poderosa, la diestra
del Señor es excelsa. No he de morir, viviré para contar las hazañas del Señor.
La piedra que desecharon los arquitectos es
ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro
patente.
Mt 28,1-10: Ha resucitado y va
por delante de vosotros a Galilea.
En la madrugada del sábado, al alborear el
primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el
sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor,
bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto
era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron
de miedo y quedaron como muertos. El ángel habló a las mujeres:
-«Vosotras, no temáis; ya sé que buscáis a
Jesús, el crucificado.
No está aquí. Ha resucitado, como había dicho.
Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: “Ha
resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo
veréis.” Mirad, os lo he anunciado.»
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro;
impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les
dijo:
-«Alegraos.»
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le
abrazaron los pies.
Jesús les dijo: -«No tengáis miedo: id a comunicar
a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»
Comentario bíblico de las
lecturas de Semana Santa, por Miguel Ángel Garzón
La celebración de la Semana Santa nos introduce
en el misterio central de nuestra fe, haciéndonos revivir y actualizar la
entrega de Jesús por la humanidad, como bien refleja la liturgia de la Palabra.
La figura del siervo sufriente de Isaías cobra
especial realce, como prefiguración de la pasión y gloria del Señor. Este
personaje anónimo y misterioso se presenta como discípulo de Dios, que escucha
su palabra para llevarla al pueblo abatido y consolarlo. Apoyado en Dios,
soporta el sufrimiento (azotes, burlas, salivazos, injurias) y carga con los
pecados del pueblo ofreciendo su vida a Dios por la salvación de todos. Jesús
asume esta condición de siervo realizando un camino de total vaciamiento
(kénosis) hasta llegar a la ignominia y maldición de la cruz. Pero el Padre lo
glorifica con la resurrección y el reconocimiento universal de su señorío (Flp
2,5-9).
La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén como
rey aclamado por el pueblo es el gran pórtico de estos días. El tono de
alabanza y júbilo se convierte en rechazo y condena en las sucesivas escenas de
la pasión (proclamada dos veces, según Mc el Domingo de Ramos, según Jn el
Viernes Santo). Frente a la traición de Judas, el abandono de los discípulos y
el rechazo de los dirigentes judíos y romanos, el Señor camina decidido y
confiado hasta la cruz para entregar su espíritu y consumar su misión. Los
signos de manifestación divina al morir, la confesión final del centurión, la
presencia de las mujeres y el anuncio de Jesús de precederles a Galilea después
de resucitar cierran el relato en la esperanza.
Si la muerte de Jesús sumerge la humanidad y la
historia en la tiniebla, el amanecer del primer día de la semana revela la
acción de Dios que llena de gozo a la creación (Sal 117). Con la luz del nuevo
día va llegando poco a poco la claridad sobre lo acontecido (Jn 20,1-9). Si
María Magdalena, aún en la oscuridad y a distancia, cree en un robo, los dos
discípulos que le siguen se adentran en el misterio que encierra el sepulcro
vacío, hasta “ver y creer” lo que hasta entonces había sido una realidad
sellada y enigmática: “que había de resucitar de entre los muertos”.
Jesús, despojado de las vestiduras de la
muerte, resucita dando plenitud a lo que inició en Galilea. Los discípulos se
convierten en testigos y predican este misterio de salvación: los que creen en
él obtienen el perdón de los pecados (Hch 10,34-37). En Cristo resucitado, el
género humano ya ha alcanzado su resurrección, comenzando una vida nueva cuyo
cometido es buscar los bienes de arriba, hasta que se manifieste plenamente la
gloria que ahora está escondida en Cristo Jesús (Col 3,1-4).
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