"Ventana abierta"
Los cinco minutos del Espíritu Santo
Mons. Víctor Manuel Fernández
En lo más íntimo de nuestro ser, en la raíz de nuestra existencia, sólo
el Espíritu Santo puede hacernos sentir vivos. Sólo él puede hacer que dejemos
de sobrevivir o de soportar la vida, y que realmente vivamos, que experimentemos
en todo nuestro ser los efectos de la gloriosa resurrección de Jesús, algo de
esa deslumbrante intensidad de la vida divina.
La Palabra de Dios tiene una promesa de vida, no sólo de vida eterna, sino de
vitalidad en esta tierra, de manera que si poco a poco dejamos que el Espíritu
Santo invada nuestro ser, iremos experimentando que cada vez estamos más vivos.
Veamos lo que nos asegura la Palabra de Dios y creamos en estas promesas:
"El hombre de Dios florece como una palmera, crece como un cedro del
Líbano... En la vejez sigue dando fruto, se mantiene fresco y lleno de vida"
(Salmo 92,13.15).
"Bendito el que confía en el Señor, porque él no defraudará su confianza.
Es como un árbol plantado a las orillas del agua... No temerá cuando llegue el
calor, y su follaje estará frondoso. En año de sequía no se inquieta, y no deja
de dar fruto" (Jeremías 17,7-8).
Notemos que esta promesa de vida incluye también el gozo de dar frutos, de ser
útiles, de producir algo para el bien de los demás; porque nadie se siente vivo
si no se siente también fecundo: en el servicio, en la paternidad espiritual,
en el arte, en el trabajo, etc.
Pidamos al Espíritu Santo esa agradable fecundidad.
http://bit.ly/2KTVzEr
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