"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIERNES
DE LA VIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T.O. (2)
“¿Queréis que ayunen
los amigos del novio mientras el novio está con ellos?”.
El Evangelio que nos
brinda la liturgia de hoy es la versión de Lucas (5,33-39) del pasaje en que los
fariseos critican a Jesús porque sus discípulos, contrario a los de Juan, y a
los de los propios fariseos, que ayunan y oran a menudo, se la pasan comiendo y
bebiendo. A la crítica de los fariseos, Jesús responde: “¿Queréis que ayunen
los amigos del novio mientras el novio está con ellos?”. Luego añade dos
parábolas cortas, la que propone que nadie remienda un paño viejo con una tela
nueva, y la que propone que nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque
revientan y se pierden, tanto el vino, como los odres.
Anteriormente, comentando la versión de Mateo de este pasaje, nos habíamos concentrado en el primer anuncio de la pasión de Jesús y en las
parábolas del paño y los odres viejos. Hoy nos limitaremos al significado de la
frase: “¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con
ellos?”
Para entender esta frase,
tenemos que partir del hecho de que en el Antiguo Testamento el ayuno,
especialmente del vino, eran signos de austeridad y penitencia ligados a la
espera del Mesías prometido. Simbólicamente significaban que “los tiempos son
malos, estamos insatisfechos, hemos perdido el gusto de vivir… que venga de una
vez el tiempo de la consolación y de la alegría, cuando el mesías estará aquí”.
Pero como todas las prácticas rituales de los fariseos, estos habían convertido
también ese ayuno en algo externo, que no guardaba relación con la actitud
interior.
Pero la contestación de Jesús
va más allá. No solo hace referencia al verdadero significado de ese ayuno,
sino que les dice que este ya no es necesario para sus discípulos porque “el
novio está con ellos”. Es decir, los tiempos mesiánicos ya han llegado. No es
tiempo de austeridad y privaciones; ¡el tiempo de la alegría y la celebración
ha llegado!
Nosotros, los cristianos de
hoy, no debemos olvidar que esos tiempos mesiánicos no terminaron con la muerte
de Jesús. El tiempo de la alegría se ha perpetuado con la presencia de Jesús
entre nosotros: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la
historia” (Mt 28,20). ¡Jesús está vivo! Está presente entre nosotros en su
Palabra, en la Eucaristía, cada vez que hay dos o más reunidos en su nombre (Mt
18,20). Y la verdadera alegría del cristiano consiste precisamente de saber que
“el novio” está con nosotros; en amarlo y sentirnos amados por Él. Y eso no
depende de ningún rito externo, ni de oraciones vacías, carentes de contenido
espiritual. Ese es precisamente el fundamento de las críticas de Jesús contra
los escribas y fariseos.
Por tanto, nuestra alegría más
profunda ha de estar fundamentada en esa “presencia” de Novio entre nosotros.
Por eso el papa Francisco no se cansa de repetir que la alegría es el “sello”
del cristiano: “Un cristiano sin alegría no es cristiano. La alegría es como el
sello del cristiano, también en el dolor, en las tribulaciones, aun en las
persecuciones”.
¡Que viva el Novio!
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