"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL MARTES DE LA VIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T.O.
(A)
“¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con
autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen”.
“¿Quién conoce lo íntimo del hombre, sino el
espíritu del hombre, que está dentro de él? Pues, lo mismo, lo íntimo de Dios
lo conoce sólo el Espíritu de Dios”. La primera lectura de hoy (1 Cor
2,10b-16), continúa el pensamiento de la primera lectura de ayer, y nos
recuerda que para poder explicar a otros las verdades espirituales, “no las
exponemos en el lenguaje que enseña el saber humano, sino en el que enseña el
Espíritu, expresando realidades espirituales en términos espirituales”.
El relato evangélico, por su parte (Lc
4,31-37), nos narra el primer milagro de la “vida pública” de Jesús recogida en
los evangelios sinópticos. Jesús acababa de pronunciar su “discurso
programático” en la sinagoga de Nazaret (Lc 4,18-21). De ahí bajó a Cafarnaún,
ciudad que se convirtió en el “centro de operaciones” de su actividad
misionera. Nos dice el Evangelio que allí Jesús enseñaba en la sinagoga los
sábados. Estando en la sinagoga, se suscitó el episodio del hombre endemoniado
que nos narra la lectura de hoy, y la expulsión del demonio que le poseía.
Se trata de uno de los llamados “exorcismos”
realizados por Jesús. Aunque los exégetas están de acuerdo que muchas de esas
“posesiones” son en realidad enfermedades como epilepsia o desórdenes mentales,
lo cierto es que, no importa cómo las cataloguemos, Jesús demuestra su poder
sobre ellas. Poder que se manifiesta a través de su Palabra.
Actualizando ese pasaje a nuestra realidad, si
nos examinamos a conciencia, podemos identificar aquellos “demonios” (apegos
materiales, vicios, personas, placeres) que nos impiden llegar a Jesús y nos
mantienen alejados de Él y de su mensaje liberador. Esos demonios que cuando
Jesús se nos acerca le gritan: “¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has
venido a acabar con nosotros?”
Si abrimos nuestro corazón al Amor de Jesús, y
nuestros oídos a su Palabra, esta dirá a nuestros demonios: “¡Cierra la boca y
sal!”. Entonces quedaremos liberados de esos demonios que nos mantenían
encadenados, y que no pueden resistirse ante el poder esa Palabra que hacía
decir a los que veían a Jesús: “¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad
y poder a los espíritus inmundos, y salen.” De ese modo podremos predicar la
Palabra de Dios, “no en el lenguaje que enseña el saber humano, sino en el que
enseña el Espíritu, expresando realidades espirituales en términos
espirituales”, tal como nos dice san Pablo en la primera lectura de hoy.
Es la victoria del Amor infinito de Jesús que
vence nuestras debilidades, nuestras impurezas, nuestros egoísmos, nuestros “demonios”.
Hoy es un buen día para hacer examen de conciencia y preguntarnos: ¿cuáles son
mis “demonios”, esos que me impiden abrir mi corazón para recibir el torrente
de Amor que Dios derrama sobre mí en el Espíritu Santo?
En este día pidamos a Jesús que con el poder
infinito de su Palabra nos libere de todos aquellos demonios que nos mantienen
encadenados y apartados de Él, para que podamos disfrutar de la verdadera
libertad que representa el participar junto a Él de la filiación divina.
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