"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL JUEVES DE LA VIGÉSIMA TERCERA SEMANA DEL T.O.
(2)
El evangelio de hoy
(Lc 6,27-38) nos presenta una especie de “secuela” a las Bienaventuranzas que
contemplábamos ayer. En este pasaje Jesús pretende dar contenido a las
Bienaventuranzas. Jesús nos está diciendo que las normas contenidas en las
Bienaventuranzas no son algo teórico, sino que podemos identificar a nuestros
“enemigos” con unos personajes concretos: los que nos odian, los que nos
maldicen, los que nos injurian, los que nos pegan, los que nos engañan, los que
nos roban… Contrario a la reacción natural de nosotros ante esas situaciones,
Jesús nos pide que amemos, que bendigamos, que hagamos el bien, que “presentemos
la otra mejilla”, que no reclamemos, que no esperemos nada…
Si miramos a nuestro
alrededor, no será muy difícil encontrar varias personas a quienes se nos hace
difícil amar; personas que parecen vivir para “hacernos la vida cuadritos”. Y
Jesús nos está pidiendo que amemos a esas personas; que les deseemos el bien de
todo corazón, que oremos por ellas, que seamos generosos con ellas, que no les
reclamemos, que seamos compasivos. Jesús no se está refiriendo a meros
sentimientos; nos está hablando de asumir actitudes concretas respecto a esos
enemigos. “Pues, si amáis sólo a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? También
los pecadores aman a los que los aman. Y si hacéis bien sólo a los que os hacen
bien, ¿qué mérito tenéis?” Esa es la “prueba de fuego” del que quiere
seguir a Jesús, del verdadero “discípulo” que quiere vivir el Evangelio.
Jesús nos pide que nos
pongamos en el lugar de estos “enemigos”; que los tratemos como nos gustaría
que nos trataran a nosotros, porque la misma medida que usemos con ellos la
usarán con nosotros: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no
juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad,
y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa,
colmada, remecida, rebosante”. La Palabra siempre nos interpela, nos hace
enfrentarnos con nosotros mismos. Si todo el mundo nos tratara como merecemos,
¿cómo sería ese trato?
¡Uf! Nadie ha dicho que esto
de ser cristiano es fácil: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo,
tome su cruz y sígame” (Mt 16,24). ¿Difícil? Sí. ¿Imposible? No. “Todo lo puedo
en Aquél que me fortalece” (Fil 4,13).
Hace tiempo leí un relato de
un sabio que decía: “Amar es una decisión, y el fruto de esa decisión es el
amor”. Jesús nos está pidiendo que asumamos unas actitudes concretas hacia
nuestros “enemigos”; en otras palabras, que tomemos la decisión de amarlos,
amarlos como Dios los ama y como nos ama a nosotros, a pesar de todas nuestras
faltas.
Por otro lado, un viejo
proverbio chino nos recuerda que un viaje de mil leguas comienza con un paso.
Hoy Jesús nos invita a dar ese “primer paso” con la promesa de que Él nos
brindará la fortaleza para continuar adelante, para que esa decisión de amar a
nuestros enemigos rinda fruto. Y ese fruto ha de ser el amor…
¡Hermoso y bendecido día!
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