"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL VIGÉSIMO PRIMER DOMINGO DEL T.O. (A)
“¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! porque eso
no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el
cielo”.
La lectura evangélica de hoy (Mt 16,13-20) nos
presenta a Jesús en la región de Cesarea de Filipo preguntando a sus
discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. La respuesta de
los discípulos es: “Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías
o uno de los profetas”. Entonces les pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que
soy yo?” Esa pregunta suscita la “profesión de fe” de Pedro: “Tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios vivo”; a lo que Jesús le contesta: “¡Dichoso tú, Simón,
hijo de Jonás! porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi
Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré
las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en
el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.
Pedro era un simple pescador que se ganaba la
vida practicando su noble oficio en el lago a cuya orilla Jesús le instituye
“piedra” y cabeza de su Iglesia, no por sus propios méritos, sino porque Jesús
reconoce que el Padre le ha escogido: “… porque eso no te lo ha revelado nadie
de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo”.
Dios llama a cada uno de nosotros a desempeñar
una misión. Esa es nuestra vocación. La palabra “vocación” viene del verbo
latín vocare (“llamar”), y
quiere decir “llamado”. Cómo Dios nos escoge, y cómo decide cuál es nuestra
vocación es un misterio. Y una vez aceptada la misión, el Señor se encarga de
darnos los medios, como lo hizo con Eliacín en la primera lectura para hoy (Is
22,19-23), que prefigura el primado de Pedro: “Colgaré de su hombro la llave
del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie
lo abrirá. Lo hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a la
casa paterna”.
Dios no siempre escoge a los más capacitados;
Él capacita a los que escoge, dándoles los carismas necesarios para llevar a
cabo su misión (Cfr.
1 Cor 12,1-11).
La segunda lectura (Rm 11,33-36), por su parte,
nos reitera el carácter misterioso de los designios de Dios: “¡Qué abismo de
generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus
decisiones y qué irrastreables sus caminos! ¿Quién conoció la mente del Señor?
¿Quién fue su consejero?”
Si Cristo se presentara hoy ante ti y te
preguntara: “¿Y tú, ¿quién dices que soy yo?”, ¿qué le contestarías? Pedro y
Pablo ofrecieron su vida por predicar y defender esa verdad. Hoy hay cristianos
en el mediano oriente y otras partes del mundo haciéndolo a diario. Y tú,
¿estás dispuesto a hacerlo?
Cuando estés listo para partir al encuentro
definitivo con el Señor, ¿podrás decir como Pablo: “He combatido bien mi
combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe”?
Que pasen un hermoso día, ¡aunque esté
lloviendo!…
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