"Ventana abierta"
1º día de triduo
P. Leonardo Molina García
Triduo en honor de san Ignacio de Loyola
Ayer martes, a las 8.15 de la tarde
comenzó el triduo en honor de san Ignacio, Fundador de la Compañía de Jesús.
Lo está predicando el P. Manuel Ruiz
Jurado, Jesuita, muy competente y especialista en la espiritualidad
ignaciana. Tiene publicados varios libros. Fue catedrático en la
Universidad Gregoriana de Roma muchos años.
Y el temario del
triduo me ha parecido muy interesante, ¿Cuáles
son los sueños que al final de la vida tienen los santos ante la perspectiva
segura de su muerte?
Este es el caso de
san Ignacio. “¿Cuáles
fueron sus sueños” al final de sus días? El Padre Ruiz Jurado los ha
identificado.
Primer día: Que el Papa aprobase las
Compañía de Jesús como Orden religiosa. Lo consiguió en 1540 por el Papa Paulo
III y posteriormente 1550 por el Papa Julio III.
San Ignacio había concebido la
Compañía como un equipo volante, a disposición del Papa. Su misión era
predicar, confesar… la salvación de las almas, Imitando a los apóstoles,
sirviendo gratuitamente en hospitales, cárceles, entre fieles e infieles, entre
rudos e ignorantes, en los púlpitos, con plena dedicación y libertad de
espíritu, no atados a parroquias, obispados, sino libres y dispuestos para
servir, siempre a mayor gloria de Dios.
Compañía suena a ejército. No, a sociedad
de Jesús. Amigos en el Señor. Bajo una seria obediencia y para extender el
Reino de Dios. Vinculados al Papa.
La movilidad tuvo una derivación
posterior, pues ante el éxito que provocó aquel primer grupo de universitarios,
formado en la Universidad de la Sorbona (París) y el empuje fervoroso de
aquellos entusiastas jesuitas, hubo que aceptar colegios, lo que “tocó” dos
puntos esenciales de los primeros fundadores: la movilidad y la gratuidad.
La movilidad tuvo éxito fulgurante en las
misiones: Japón, Asia, América, destacando la gran obra de las Reducciones del
Paraguay.
Y popularmente hoy día la Compañía es más
conocida por su enseñanza en colegios y universidades. Una Compañía más
estable. Pero en ambos casos, buscando y trabajando en fronteras. Esa es su
misión.
Ignacio soñó que este primer espíritu
fuera aprobado por el Papa. Sueño cumplido. Es bonito: recemos para que los
jesuitas lo cumplan adaptándolo al mundo actual.
Y pidamos que haya vocaciones a este
carisma en la Iglesia.
Leonardo Molina S.J.
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