"Ventana abierta"
Necesidad de la vestidura nupcial (sobre la Eucaristía)
Publicado por Catolicidad
Pbro. José Luis Chiavarino
Discípulo. — Haga el
favor, Padre, de explicarme la parábola de los invitados a las bodas, y de lo
que sucedió con el que no llevaba el vestido nupcial.
Maestro. — Con mucho
gusto. Escucha pues, con atención.
Narra el Santo
Evangelio que un rey quiso celebrar con la mayor solemnidad la boda de su hijo,
y preparó una gran cena, invitando a ella a sus parientes y amigos.
Muchos presentaron
sus excusas y evadieron la invitación, en vista de lo cual el rey ordenó a sus
criados fueran por las plazas y por las calles de la ciudad e invitaran a
cuantos encontrasen.
Llena ya la sala y
ocupados todos los puestos, revistó a todos los convidados, y, al ver a uno que
no llevaba el vestido de boda, le dijo: “Amigo, ¿cómo has venido sin el vestido
o traje de boda?” Y acto seguido, dirigiéndose a los criados, les dijo:
“Llevadlo, atadlo y metedle en el calabozo”.
D. — Padre, ¿qué
significa este vestido de boda que no llevó aquel pobre infeliz, y por qué le
metieron en la cárcel, siendo, como era, pobre?
M. — Este banquete
representa a la Eucaristía, o sea, la Sagrada Comunión. El rey que hace la
fiesta, con motivo de la boda de su hijo, es el Eterno Padre; el hijo es
Jesucristo, que se desposó con nuestra humana naturaleza. Los invitados son
todos los hombres de la tierra.
Significa que Dios
nos ha creado a todos para el cielo, y por esto nos invita a todos a ir por la
senda de la fe, de la caridad, de la penitencia y de los Sacramentos; pero, de
todos estos invitados, muchos no quieren creer: son los incrédulos; otros
presentan excusas o se sirven de cualquier pretexto; éstos son los pecadores que
difieren su conversión; finalmente, otros acuden al banquete, pero sin el
vestido o traje de boda: son los sacrílegos (N. de la R.: como -por
ejemplo- quienes viven como pecadores públicos sin convertirse: los amancebados
en unión libre o los que habiendo recibido el sacramento del matrimonio, se
divorciaron y viven en nueva unión, etc., que estando en pecado grave se
acercan a comulgar), representados en aquel infeliz que fue retirado del
banquete, atado y llevado al calabozo.
D. — ¿Entonces, para
qué le forzaron a entrar al banquete?
M. — Cuando vió que
era indigno debió oponerse, y presentar excusa, o pedir disculpa antes de
entrar.
El hecho es bien
claro; todo el que va a comulgar en pecado mortal se encuentra en las mismas
condiciones de este infeliz, y por tanto en peligro de ser juzgado y condenado.
Además, Dios mismo lo
ha dicho, por medio del Apóstol San Pablo: “El que come mi carne indignamente,
come su misma condenación y se juzga a sí mismo”...
¡Pobre del alma que,
en pecado mortal, se acerca a sabiendas a recibir la Sagrada Comunión de manos
del sacerdote!... Será para ella un veneno mortal.
Feliz, por el
contrario, el que se alimenta de este Pan de Vida, teniendo el corazón limpio
por una sincera contrición y una buena Confesión; recibirá bendiciones y
gracias entre los aplausos de los ángeles, y la Sagrada Comunión será para él
prenda de la gloria eterna.
D. — ¿Tan numerosos
serán los que comulgan sin vestido de boda, o sea en pecado mortal?
M. — ¿Quién puede
asegurar cuántos son? Lo cierto es que, desgraciadamente, abundan, y en todas
las clases sociales.
COMULGAD BIEN
Pbro. José Luis Chiavarino
Pbro. José Luis Chiavarino
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