"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA LA SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES.
La pequeña iglesia
que se yergue a orillas del lago de Galilea y aparece en la foto de arriba,
está construida sobre la roca del primado de Pedro, el lugar en que Jesús
pronunció las palabras que leemos en el evangelio (Mt 16,17-19) que nos propone
la liturgia de hoy: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás! porque eso no te lo ha
revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te
digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder
del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo
que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra
quedará desatado en el cielo”.
Hoy celebramos la solemnidad
de los apóstoles san Pedro y san Pablo, los dos pilares sobre los que descansa
la Iglesia que fundó Jesús.
Pedro era un pescador que se
ganaba la vida practicando su noble oficio en el lago a cuya orilla Jesús le
instituye “piedra” y cabeza de su Iglesia, no por sus propios méritos, sino
porque Jesús reconoce que el Padre le ha escogido: “… porque eso no te lo ha
revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo”.
Dios llama a cada uno de
nosotros a desempeñar una misión. Esa es nuestra vocación. La palabra
“vocación” viene del verbo latín “vocare”, que quiere decir “llamado”. Cómo
Dios nos escoge, y cómo decide cuál es nuestra vocación es un misterio. Pero lo
cierto es que, al igual que sucedió con Pedro, Dios no siempre escoge a los más
capacitados; más bien capacita a los que escoge, dándoles los carismas
necesarios para llevar a cabo su misión (Cfr.
1 Cor 12, 1-11).
Cristo ofreció su sacrificio
máximo por la salvación, no solo de los suyos, sino por toda la humanidad; por
ti, y por mí. El mensaje tenía que llegar a todos los confines de la tierra, la
Iglesia tenía que ser “católica”, que quiere decir “universal”. Y para esa
tarea escogió a esa otra columna de la Iglesia, Pablo de Tarso, el apóstol de
los gentiles.
La segunda lectura (Tm
4,6-8.17-18) nos muestra cómo Dios guía y protege en su misión a los que Él
escoge y escuchan su llamado: “El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar
íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la
boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará
a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén”.
Si Cristo se
presentara hoy ante ti y te preguntara: “¿Quién dice la gente que es el Hijo
del hombre?” ¿Qué le contestarías? Pedro y Pablo ofrecieron su vida por
predicar y defender esa verdad. ¿Estás tú dispuesto a hacerlo?
Cuando estés listo para partir
al encuentro definitivo con el Señor, ¿podrás decir como Pablo: “He combatido
bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe”?
Que pasen una hermosa semana llena de bendiciones.
Que pasen una hermosa semana llena de bendiciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario