"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor
L. Márquez (Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL MIÉRCOLES DE LA DÉCIMO QUINTA SEMANA DEL T.O. (2)
“Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas
cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla”.
El evangelio que nos ofrece la liturgia de hoy
(Mt 11,25-27) contiene una de mis frases favoritas de Jesús: “Te doy gracias,
Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha
parecido mejor”.
Jesús parece referirse a los “sabios” y
“entendidos” de su tiempo (los escribas, fariseos, sacerdotes, doctores de la
ley), quienes cegados por su conocimiento de la “ley” creían saberlo todo. Por
eso eran incapaces de asimilar el mensaje sencillo pero profundo de Jesús. “Yo
les aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él” (Mc
10,13).
Siempre que leo este pasaje evangélico pienso
en Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia y
terciaria dominica, quien a pesar de ser mujer, sencilla, y analfabeta, logró
poseer una profundidad teológica tal que le llevó a ser consejera de papas,
haciéndola acreedora del título de “doctora de la Iglesia”. Ella, en su
sencillez, logró compenetrarse con el misterio de Dios con la misma intensidad
que un niño o niña se lanza en brazos de su padre, al punto que ya nada más
existe…
Jesús nos está pidiendo que nos hagamos como
niños, para que podamos conocer y reconocer al Abba que Él nos
presenta: “nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino
el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Por eso escogió sus
discípulos de entre la gente sencilla, creyentes que no estaban “contaminados”
por el ritualismo y legalismo excesivo de los sacerdotes y fariseos. Escogió la
tierra buena sobre a la que estaba llena de abrojos (Mt 13,1-9; Mc 4,1-9; Lc
8,4-8).
Dios es difícil de alcanzar, nadie lo ha visto
nunca. Por eso nos envió a su Hijo, quien sí le conoce, para que Él nos dé a
conocer al Padre. Pero para conocer al Padre primero tenemos que reconocer
nuestra incapacidad de conocerlo por nosotros mismos. Jesús nos ofrece la
oportunidad de conocerle a Él a través de su Palabra, y a través de Él al
Padre. Parece un trabalenguas, pero el mensaje es sencillo, como aquellos a
quienes va dirigido: Él es el “Camino” que nos conduce al Padre; y quien le
conoce a Él conoce al Padre (Jn 14,6-7).
Padre, Señor de cielo, en este día te pido que
me des la humildad y sencillez de espíritu para reconocer mi incapacidad para
conocerte por mí mismo, y para ver el rostro de tu Hijo en todos mis hermanos,
especialmente los que más necesitan de tu piedad y misericordia y, a través de
Él y de su Palabra, llegar algún día a conocerte.
Así comenzaremos desde ahora a tener un atisbo
de ese día en que finalmente le veamos cara a cara: “Verán su rostro y llevarán
su nombre en la frente. Noche ya no habrá; no tienen necesidad de luz de
lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará y reinarán por
los siglos de los siglos” (Ap 22,4-5).
¡Qué promesa, hermanos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario