"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL LUNES DE LA DÉCIMO SEPTIMA SEMANA DEL T.O. (2)
“El reino de los cielos se parece a la
levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo
fermente”.
En el evangelio que nos propone la liturgia de
hoy (Mt 13,31-35), la Iglesia continúa rumiando las parábolas del Reino. Hoy
nos presenta dos: la del grano de mostaza y la de la levadura. Ambas están
comprendidas en el llamado “discurso parabólico” de Jesús, que ocupa todo el
capítulo 13 del evangelio según san Mateo.
Como hemos dicho en ocasiones anteriores, Mateo
escribe su relato para los judíos de la Palestina convertidos al cristianismo,
con el objetivo de probar que Jesús es el Mesías esperado, ya que en Él se
cumplen todas las profecías del Antiguo Testamento. Por eso aprovecha la
oportunidad para explicar por qué Jesús habla en parábolas: “Jesús expuso todo
esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se
cumplió el oráculo del profeta: ‘Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré
lo secreto desde la fundación del mundo’” (Cfr. Sal 78,2).
Ambas parábolas que contemplamos hoy nos
presentan el crecimiento del Reino de Dios en la tierra. En la primera (la del
grano de mostaza) vemos cómo Jesús sembró la simiente, cómo el Hijo del Padre
se hizo uno de nosotros, haciéndose Él mismo semilla fértil. Esparció su
Palabra en los corazones de los hombres, como el sembrador en el campo, y esa
Palabra dio fruto. Esa pequeña semilla, comparable a un grano de mostaza (la
más pequeña de las semillas), que Jesús sembró hace dos mil años continúa dando
frutos. Y nosotros hemos sido llamados a ser testigos de ese milagroso
crecimiento, de cómo ese puñado de unos ciento veinte seguidores en Jerusalén
(Hc 1,15), ha continuado creciendo y dando fruto hasta convertirse en la
Iglesia que conocemos hoy. Pero aún queda mucho por hacer…
Para que esa cosecha no se pierda, Jesús
necesita trabajadores: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son
pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su
cosecha.” (Mt 9,37). El dueño de los sembrados ha colocado un letrero a la
entrada del campo: “Se necesitan trabajadores”. Tú, ¿te apuntas?
Cuando nos acercamos a la segunda parábola,
pensamos que de seguro Jesús observó muchas veces a su madre mezclar harina con
levadura, para luego contemplar con admiración cómo aquella masa crecía ante
sus ojos, antes de meterla en el horno. Con esta parábola Jesús dice a sus
discípulos (incluyéndonos a nosotros) que estamos llamados a ser “levadura”
entre los hombres para que su Palabra, y el Reino que ella anuncia, siga creciendo
hasta llegar a los confines de la tierra. Por eso el papa Francisco nos llama a
salir al mundo, a “las periferias”, para que ese mensaje de salvación que nos
trae Jesús llegue a todos, porque “Dios, nuestro Salvador… quiere que todos los
hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1Tm 2,3-4).
Pidamos al Señor por el aumento en las
vocaciones sacerdotales, diaconales y religiosas, y para que cada día haya más
laicos comprometidos dispuestos a trabajar hombro a hombro con los consagrados
en el anuncio del Reino.
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