"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL LUNES
DE LA DÉCIMO QUINTA SEMANA DEL T.O.
“…no he venido a sembrar paz, sino espadas”.
La lectura evangélica que nos propone la
liturgia para hoy (Mt 10,34-11,1) nos presenta la conclusión del “discurso
apostólico”, o de envío de los “doce”, antes de partir por su cuenta a “enseñar
y predicar en sus ciudades” (11,1).
Jesús quiere asegurarse que los apóstoles
tienen plena consciencia del compromiso que implica aceptar la misión, y lo
difícil, conflictiva y peligrosa que va a ser la misma. Ha utilizado toda clase
de ejemplos y alegorías, pero antes de concluir, por si no han entendido el
alcance de sus palabras, les habla en lenguaje más directo: “No penséis que he
venido a la tierra a sembrar paz; no he venido a sembrar paz, sino espadas. He
venido a enemistar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con
su suegra; los enemigos de cada uno serán los de su propia casa”.
Así es el mensaje de Jesús, conflictivo. Él no
admite términos medios; nos quiere “calientes” o “fríos”, porque los “tibios”
no tienen cabida en el Reino (Cfr.
Ap 3, 15-16). Ya lo había profetizado el anciano Simeón cuando llevaron al Niño
a presentar al Templo: “Este niño será causa de caída y de elevación para
muchos en Israel; será signo de contradicción” (Lc 2,34).
Todo el que acepta el llamado a predicar la
Buena Nueva del Reino va a encontrar oposición, burla, odio, persecución,
porque el mensaje de Vida eterna viene acompañado de unas exigencias que no
todos están dispuestos a aceptar.
Para enfatizar la radicalidad en el seguimiento
que espera de los apóstoles, Jesús lo contrapone a uno de los deberes más
sagrados del pueblo judío y del nuestro, el amor paterno y el amor filial: “El
que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que
quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su
cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el
que pierda su vida por mí la encontrará”.
Jesús utiliza, como lo hace en otras ocasiones,
el recurso de la hipérbole con un fin pedagógico. No es que esté renegando de
las enseñanzas de los mandamientos y la Ley del amor contendida en las
Bienaventuranzas. Nos está diciendo que no puede haber nada que obstaculice el
seguimiento radical que se le exige a quien acepta continuar Su misión. Tenemos
que estar dispuestos a renunciar a todo, aún a aquellas personas o cosas que
son más importantes en nuestras vidas con tal de seguirlo.
Ahí es que el mensaje de Jesús se torna
conflictivo. Muchos no están dispuestos a abandonar el confort y la “seguridad”
que le brindan las personas, los placeres, las cosas terrenales, para aceptar
la invitación a coger nuestra propia cruz y seguirle, confiando tan solo en la
promesa de que Él no nos abandonará (Mt 10,24-33).
Que pasen una hermosa semana llena de la Paz
que solo el sabernos amados por Dios puede brindarnos.
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