"Ventana abierta"
De la mano de María
Héctor L. Márquez
(Conferencista católico)
REFLEXIÓN PARA EL JUEVES DE LA DÉCIMO SEXTA SEMANA DEL T.O. (2)
REFLEXIÓN PARA EL JUEVES DE LA DÉCIMO SEXTA SEMANA DEL T.O. (2)
La lectura evangélica
que nos ofrece la liturgia para hoy (Mt 13,10-17) continúa desmenuzando el
pasaje más largo que leímos el decimoquinto domingo del tiempo ordinario, hace
poco más de una semana, en el cual Jesús propone a los que le escuchan la parábola
del sembrador. El pasaje de hoy sirve como paréntesis entre la parábola y la
explicación de la misma que Jesús hace a sus discípulos más adelante
(13,18-23).
“¿Por qué les hablas en
parábolas?”, le preguntan sus discípulos. Jesús les contesta: “A vosotros se os
ha concedido conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque
al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene se le quitará
hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y
escuchan sin oír ni entender”.
Anteriormente hemos dicho que
el significado de las parábolas solo puede ser entendido por los que tienen una
disposición favorable para con Dios, pues es algo que es concedido por pura
gratuidad de parte de Dios a las personas de fe, y negado a los
“autosuficientes”. Así, el que tiene fe entenderá cada día más y más de los
misterios del Reino, y al que no tiene fe, “se le quitará hasta lo que tiene”.
Dios es un misterio, y la
palabra “misterio” viene del griego antiguo μυστήριον (mystērion), que significa algo que
no se puede comprender o explicar. Por eso ese misterio es comprendido solo por
aquellos a quienes Dios se lo ha revelado y tienen la disposición de recibirlo.
No es algo que dependa de la capacidad intelectual de la persona. Por el contrario,
se trata de reconocer nuestra pequeñez y abrirnos a Dios con corazón humilde,
sensible y dispuesto, pues Él siempre ha mostrado preferencia por los humildes
y los débiles al momento de mostrarles las maravillas y los misterios del Reino
(Cfr. Mt 11,25).
Jesús nos está diciendo que la
verdad contenida en el Evangelio no es de orden intelectual. Es una verdad que
solo se percibe cuando abrimos nuestro corazón al Amor incondicional de Dios,
que es el Espíritu Santo que se derrama sobre nosotros y nos lo enseña todo (Jn
14,26).
Continúa diciendo el Señor a
sus discípulos: “¡Dichosos vuestros ojos, porque ven, y vuestros oídos, porque
oyen! Os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis vosotros
y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron”.
De ahí la importancia de
invocar el Espíritu Santo para que venga en nuestro auxilio cuando leemos las
Sagradas Escrituras, y nos ayude a entender las verdades de fe que Dios nos ha
revelado en ellas para nuestra salvación, siempre bajo la guía del Magisterio
de la Iglesia.
Cuando lees la Biblia, ¿lo haces como si fuera una novela u otra obra literaria, o como la Palabra de Dios viva?
Cuando lees la Biblia, ¿lo haces como si fuera una novela u otra obra literaria, o como la Palabra de Dios viva?
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