"Ventana abierta"
La Santísima Trinidad
Diácono Luis Brea Torrens
Juan 3,16-18
En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo:
-Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo
único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida
eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino
para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no será condenado; el que
no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de
Dios.
REFLEXIÓN:
El misterio de la Santísima Trinidad nos
manifiesta la unión existente entre Dios Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo
que procede tanto del Padre como del Hijo.
Jesús nos revela al Padre; es el Padre quien ha
enviado al Hijo a salvarnos, en una manifestación del amor al hombre. Jesús por
su parte cumple a cabalidad ese encargo, muriendo por nosotros, para luego
resucitar. En el tiempo que está con sus discípulos, les dice que el que le ha
visto a él, ha visto al Padre, porque el Padre y él son uno.
El Espíritu Santo, común al Padre y al Hijo es
enviado a asistirnos y defendernos en el tiempo de la Iglesia, el tiempo del
anuncio a todo el mundo de la buena noticia de la salvación otorgada por Jesús.
Dios es tan grande que no puede ser contenido
en una idea, concepto o definición; por tanto no podemos pretender, con la
limitación del entendimiento humano, comprender plenamente un misterio tan
grande como lo es la naturaleza de Dios.
Sólo a la luz del Espíritu Santo, podemos
extraer de las Sagradas Escrituras lo que se nos ha revelado: que tenemos un
sólo Dios, que es Trinitario, que nos ha creado, nos ha salvado del pecado, y
que continúa penetrando nuestras almas, animándonos y dándonos los dones
necesarios para continuar la misión encomendada por Jesús a la Iglesia.
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