"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
MARTES DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN
Recién llegado a
Sevilla, hace casi doce años, una de las cosas que más llamó mi atención fue la
escasa relevancia que se presta a las fiestas de dos figuras señeras de nuestra
historia, san Fernando y san Isidoro. La fiesta del santo arzobispo la celebramos
el pasado 26 de abril. Coincidía con el III domingo de Pascua. Por ello, hoy y
en los dos días siguientes gloso brevemente su figura.
San Isidoro nació en Sevilla hacia el año 556. Su
familia procedía de Cartagena. Conocemos el nombre de su padre, Severiano, y el
de sus tres hermanos: Leandro, Fulgencio y Florentina. Los dos primeros fueron
también obispos, Leandro su antecesor en la sede de Sevilla. Fulgencio fue
obispo de Écija, donde su hermana Florentina fundó un monasterio.
Leandro fue el responsable de su sólida y universal
formación en la escuela episcopal de Sevilla. A la muerte de Leandro en el año
600, Isidoro le sucede como arzobispo. Brilló por su sabiduría, que se
manifiesta en su abundante producción literaria. Trabajó por la consolidación de
la unidad del reino visigótico y fue un verdadero pastor. Fue también padre de
los pobres. A todos nos enseña a compartir en estos tiempos de tanta pobreza y
miseria. La figura de Isidoro está unida al Concilio II de Sevilla (619)
y el Concilio IV de Toledo que él preside en el 633, en el que se logra
la unidad en la disciplina y la liturgia en España. Isidoro muere el 4 de
abril del 636. Su cuerpo fue enterrado en un sarcófago al lado de sus hermanos
Leandro y Florentina. Para evitar su profanación, en 1063 fue trasladado a
León. Le encomendamos a nuestra patria y a nuestra Archidiócesis en este
momento difícil.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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