"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
MARTES DE LA CUARTA SEMANA DE
PASCUA
La Santísima Virgen
ocupa un lugar central en el misterio de Cristo y de la Iglesia y, por ello, la
devoción a María pertenece a la entraña misma de la vida cristiana. Ella es la
madre de Jesús. Ella, como peregrina de la fe, aceptó humilde y confiada su misteriosa
maternidad, haciendo posible la encarnación del Verbo. Ella fue la primera
oyente de su palabra, su más fiel y atenta discípula, la encarnación más
auténtica del Evangelio. Ella, por fin, al pie de la Cruz, nos recibe como
hijos y se convierte, por un misterioso designio de la Providencia de Dios, en
corredentora de toda la humanidad. Por ser madre y corredentora, es medianera
de todas las gracias necesarias para nuestra salvación, nuestra santificación y
nuestra fidelidad, lo cual en absoluto oscurece la única mediación de Cristo.
La maternidad de María y su misión de corredentora
siguen siendo actuales: ella asunta y gloriosa en el cielo, sigue actuando como
madre, con una intervención activa, eficaz y benéfica en favor de nosotros sus
hijos, impulsando, vivificando
y dinamizando nuestra vida cristiana. Esta ha sido la doctrina constante de la
Iglesia a través de los siglos, enseñada por los Padres de la Iglesia, vivida
en la liturgia, celebrada por los escritores medievales, enseñada por los teólogos
y muy especialmente por los Papas de los dos últimos siglos.
Por ello, la devoción a la Virgen, vivir una relación
filial y tierna con ella, acudir a ella cada día, honrarla con el rezo del
ángelus, las tres avemarías, el rosario u otras devociones recomendadas por la
Iglesia, como las Flores de mayo, no es un adorno del que podamos prescindir
sin que se conmuevan los pilares mismos de nuestra vida cristiana.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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