"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
VIERNES DE PASCUA
En el mes que
llevamos confinados, parece que han pasado siglos en nuestras vidas. Se nos han
olvidado gran parte de los debates recientes. Uno, muy enconado, era el de la
eutanasia. Desgraciadamente, en medio de esta coyuntura, algunos responsables
de la medicina holandesa, país en el que la eutanasia es ya ley asentada, han
aconsejado a las autoridades públicas que no acepten a los ancianos en los
hospitales, bajo pretexto de que “llevar a las personas mayores a los
hospitales es inhumano”. No hay respiradores para ellos, ni siquiera camas. Su
vida está ya amortizada. Esta es su filosofía.
En cambio, nuestra sociedad española, gracias a Dios,
está reaccionando con nobleza haciendo una opción preferencial por los
ancianos: se multiplican las iniciativas de jóvenes —muchos de ellos
cristianos— que los asisten y cuidan; muchos nietos están redescubriendo la
belleza de sus historias y la grandeza de sus largas biografías. Este diálogo
entre jóvenes y mayores puede ser una de las grandes enseñanzas que podemos recibir
en medio de esta situación terrible.
El Papa Francisco ha animado muchas veces a los
cristianos a que no olvidemos la memoria de nuestros mayores. En la carta Christus vivit nos decía: “La existencia de las
relaciones intergeneracionales implica que en las comunidades se posea una
memoria colectiva, pues cada generación retoma las enseñanzas de sus
antecesores, dejando así un legado a sus sucesores. Esto constituye marcos de
referencia para cimentar sólidamente una sociedad nueva. Como dice el refrán:
«Si el joven supiese y el viejo pudiese, no habría cosa que no se hiciese»” (nº
191). La vida no solo es fortaleza, actividad y juventud, también es
experiencia e, incluso, sufrimiento, pasividad y entrega. Amemos, honremos y
sirvamos a nuestros mayores, hasta el final.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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