"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
VIERNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE PASCUA
No me he olvidado,
queridos hermanos y hermanas, de las tristísimas circunstancias que estamos
viviendo, de los millares de muertos solos en los hospitales, sin la compañía
de sus seres queridos, de los centenares de miles de enfermos, de la angustia
de los médicos y del personal sanitario que se desviven por atender a todos, lo
mismo que los demás servidores públicos. Desde las dos últimas guerras
mundiales, la humanidad no había una tragedia semejante. Por ello, os invito a
todos a levantar nuestros brazos intercediendo por nuestro pueblo y por toda la
humanidad, pues como nos dice el autor de la carta a los Hebreos, “no tenemos
un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha
sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado. Por eso, acudamos
confiados ante el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar
gracia para el tiempo oportuno” (4,15-16).
Ante el Cristo, que la liturgia nos presentaba el
Viernes Santo como “varón de dolores, acostumbrado al sufrimiento… despreciado
y desestimado” (Is 53,3), que conoce el dolor de la humanidad en esta hora, no
podemos dejar en ningún momento la oración de intercesión para que Dios nuestro
Señor se apiade de la humanidad y nos libere de la plaga que está generando en nuestro
mundo un dolor inaudito, que hace solo dos meses no podíamos imaginar.
Las circunstancias tristísimas que estamos viviendo han
suscitado en nuestro pueblo los sentimientos más nobles de compasión, cercanía,
solidaridad y ayuda generosa, sintiéndonos un pueblo unido por la fraternidad
humana y cristiana. Se dice, y es verdad, que ha aflorado lo mejor de nosotros
como pueblo. Nos esperan, sin embargo, tiempos muy duros una vez que desparezca
la epidemia con una sociedad hundida y deprimida. Que no desaparezca entonces
nuestra generosidad.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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