"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
LUNES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA
La secuencia del
domingo de Pascua, Victimae
pascali laudes, texto del siglo XII, pone en boca de María
Magdalena estas confortadoras palabras: “Resucitó de veras mi amor y mi esperanza”, la
esperanza de cada uno de nosotros los cristianos, la esperanza de toda la
humanidad. La resurrección del Señor, es el centro de nuestra fe cristiana. Ser
cristiano consiste precisamente en creer que Jesús murió por nuestros pecados y
que Dios lo resucitó para nuestra salvación. Con esta fe viene todo lo demás.
Creer en la resurrección de Jesús es creer en la
resurrección de la carne, es esperar nuestra resurrección. “Sé que mi Redentor vive -nos
dice la liturgia del oficio de difuntos- y que al final de los tiempos he de resucitar del polvo y en esta
carne mía contemplaré a Dios, mi salvador”. Esta esperanza
modifica el sentido y las proporciones de todas las realidades y
acontecimientos de la vida. Para entender y organizar nuestra vida tenemos que
empezar por aquí: porque Cristo ha resucitado, también nosotros resucitaremos.
Este es el destino final que tiene que dirigir y configurar nuestra vida desde
ahora mismo.
La vida del cristiano es una vida esperanzada. Vivir en
esperanza es ir acercándonos poco a poco a la realidad que queremos alcanzar.
Nos acercamos a la resurrección con los pasos de la piedad, de la oración, del
sacrificio, del amor a Dios y del amor abnegado a nuestros hermanos. Esperar es
amar, servir, acoger, perdonar, descansar en Dios y comenzar a vivir ya desde
ahora la fraternidad y la paz del Reino que nos espera. Por eso el tiempo de
Pascua es un tiempo de felicidad y de esperanza porque todos caminamos y
estamos llamados a la vida espléndida de la resurrección.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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