"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
LUNES DE LA SEGUNDA SEMANA DE
PASCUA
El pasado jueves
leíamos el encuentro de Jesús con los de Emaús y nos decía san Lucas que los
discípulos reconocieron al Señor en la explicación de las Escrituras y en la
fracción del pan. Os hablo de nuestro conocimiento, amor y veneración por la
Palabra de Dios. Sólo se ama aquello que bien se conoce. Sólo amaremos de
verdad a Jesús y nos entusiasmaremos en su seguimiento e imitación, si nos
dejamos fascinar por su vida, si de verdad le conocemos a través de la lectura
asidua del Evangelio. “Desconocer la Escritura es
desconocer a Cristo” nos dice san Jerónimo. Sólo le
conoceremos auténticamente a través de la lectura y el estudio del Evangelio,
pues en él se encuentra “la ciencia suprema de Cristo” (Fil.
3,8), como nos dice san Pablo.
Pero no toda lectura del Evangelio es igualmente
provechosa. Quien lee el Evangelio con una curiosidad puramente intelectual no
se enriquece con los frutos espirituales que en él se encierran. San Jerónimo
nos dice que la lectura de la Palabra de Dios debe hacerse en un clima de
piedad, de unción religiosa y de oración, en un clima de escucha de quien nos
habla a través de su Palabra y que espera nuestra respuesta en un diálogo
cálido y amoroso.
“La Palabra de Dios es viva y
eficaz, más penetrante que espada de doble filo” nos dice el
autor de la carta a los Hebreos (4,12). Ella “puede
edificar y dar la herencia a todos los que han sido santificados”,
nos dice san Pablo en el libro de los Hechos (20,32); “ella, como
nos dice san Pablo, nos enseña, nos convence, nos
dirige a la justicia y nos lleva a la perfección” (2 Tim
3,16-17). Pero su eficacia está condicionada a que nos dejemos modelar y
transformar por ella desde la actitud de conversión.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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