"Ventana abierta"
UNA REFLEXIÓN PARA CADA DÍA DE LA CUARESMA
Día
24º. VIERNES 20 de marzo de 2020
Texto del Padre José Pedro Manglano Castellary
Acción de Gracias. Como sabes, cuando comemos algo,
durante un rato sigue siendo lo que es, pero pasado un tiempo pierde su
identidad y lo convertimos en organismo de nuestro cuerpo. Por eso, después de
comulgar y por un tiempo aproximado de diez minutos, tenemos a Jesús dentro de
nosotros, al mismo que convertía el agua en vino, que sanaba a ciegos y cojos,
al mismo que murió clavado en la Cruz para perdonarnos de nuestros pecados. Por
eso, ¿por qué no aprovechas al acabar la Misa para quedarte un rato sentado
hablando tranquilamente con Él, que está físicamente dentro de ti? Es el mejor
momento para darle gracias por todo lo que te ha dado en tu vida, para pedirle
por tus familiares y amigos, para pedirle perdón por tus pecados y para pedirle
que te ayude a sacar adelante aquellas cosas que necesitas.
¡Gracias, perdón y ayúdame más!
Continúa hablándole a Dios con tus palabras.
¡Gracias, perdón y ayúdame más!
Continúa hablándole a Dios con tus palabras.
Ahora es el momento importante, en el que tú hablas a Dios con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído. Cuando lo hayas hecho termina con la oración final.
ORACIÓN FINAL
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en la Cruz y escarnecido.
Muéveme ver tu cuerpo tan herido
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, de tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera;
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en la Cruz y escarnecido.
Muéveme ver tu cuerpo tan herido
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, de tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera;
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario