"Ventana abierta"
Archidiócesis de Sevilla
LUNES DE LA CUARTA SEMANA
El pasado viernes os
hablaba de la práctica penitencial del ayuno, que prepara el espíritu y lo hace
más dócil y receptivo a la gracia de Dios. Sin olvidar el ayuno, que es siempre
sacrificio agradable a Dios, os hablo hoy de la mortificación y de los
sacrificios voluntarios, que por desgracia casi han desaparecido de las
prácticas ascéticas del cristiano, considerándolos como algo de otra época. Sin
embargo, los Padres de la Iglesia de los primeros siglos no cesan de
recordarnos que sin efusión de sangre no hay redención, algo que vale para redención
objetiva obrada por Jesús en el Calvario, y para la redención subjetiva, que es
la incorporación de la redención de Jesús a nuestra propia vida.
Yo no os pido que os disciplinéis con látigos y
cilicios, que a determinadas edades son poco aconsejables, pero sí os pido que
no renunciéis a las mortificaciones ordinarias, por ejemplo, la renuncia en
esta Cuaresma a la televisión, desconectar el móvil, como nos ha sugerido el
papa Francisco, para conectarnos con el Señor, renunciar a un dulce que nos apetece,
dejar el tabaco en Cuaresma, ser más sobrios en la comida, en la bebida o en el
sueño…
Todo esto más la aceptación del dolor, de las
dificultades y los sufrimientos que la vida de cada día, la convivencia y
nuestras propias limitaciones físicas o psicológicas nos deparan, hemos de
ofrecerlo al Señor como sacrificio de alabanza uniéndolo a la Pasión de Cristo
y convirtiéndolo en fuente de energía sobrenatural para la Iglesia y para la
sociedad, en estos momentos tan necesitada de la misericordia y de la bondad de
Dios, al que pedimos que acabe la prueba que estamos padeciendo, que conceda su
paz y su descanso a los muertos, salud a los enfermos y a todos nos
convenza de que fuera de Él no hay esperanza, ni paz, ni felicidad.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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