«Si no os convertís y
os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 18,3).
Hermosas palabras del Evangelio que también se pueden aplicar al obispo que
escribe este texto. Quiero convertirme en un niño por un instante y escribir
una carta a los Reyes Magos.
Queridísimos Reyes Magos:
Quedan muy pocas horas para vuestra llegada, pero no he
querido perder la oportunidad de escribiros mi carta con mis ilusiones para
este nuevo año.
En primer lugar, me gustaría que, cuando vayáis a visitar al
niño Jesús, le hagáis llegar nuestra firme promesa: este año intentaremos ser
mejores personas, procuraremos hacer el bien y buscaremos el interés de los
demás por encima del interés propio.
También os pido que llegue la paz y la fraternidad a todos
los rincones del mundo, tan necesarias en estos tiempos que corren. Que cesen
los odios, las venganzas, las divisiones y los enfrentamientos.
Pensando en las personas que se lamentan de lo que no pueden
tener, me gustaría pediros que les hagáis llegar papel y lápiz para que puedan
apuntar todo lo que poseen y se den cuenta de lo afortunadas que son. Y algunas
gomas de borrar para que hagan desparecer rencores y experiencias negativas,
que solo hacen que lastrar el camino de la vida.
También me gustaría que regalarais un reloj a todas las
personas con tendencia a quejarse continuamente, para que sean conscientes de
la importancia del tiempo y para que lo dediquen a lo que realmente importa:
amar al prójimo y dejarse amar por Dios. Es más gozoso dar que recibir.
Si pudierais, a otros muchos también les iría bien tener un
telescopio para que, por fin, se convenzan de que la luz que irradia la
estrella de Belén es el mismísimo Jesús que nos guía en nuestra vida.
Teniendo en cuenta la delicada situación del planeta, si
puede ser, os pido siete mil quinientos millones de escobas, con sus
correspondientes recogedores, para que todos contribuyamos a la limpieza de la
tierra, porque todos somos responsables de cuidarla. Dios la creó para que
fuera la casa de todos y debemos protegerla.
A los niños, traedles juguetes y todo lo esencial para que
tengan una vida digna. A los adultos, como la mayoría tenemos más de lo
necesario, he pensado que, en lugar de traernos regalos, lo que podríais hacer
es llevaros todo aquello que provoca el sufrimiento humano: la falta de
caridad, el odio, la avaricia, la incomprensión y la soberbia.
A los no creyentes, me gustaría que les ofrecierais la
oportunidad de acercarse a Dios para conocer su bondad y grandeza. Asimismo, os
pido que nos ayudéis a ver con claridad que el mejor regalo que existe ya lo
tenemos: es la vida, y ser hijos del mismísimo Dios, que nos regaló la vida de
su único Hijo para redimirnos.
Y, finalmente, os pido carbón, mucho carbón, para que las
personas más desfavorecidas puedan calentarse cuando el frío aprieta. Son los
llamados pobres
energéticos, solo en Barcelona hay cerca de veinte mil. Aunque, si
no os importa, sería mejor que nos trajerais otros sistemas de calentamiento
más actuales y sostenibles para no perjudicar el planeta.
Majestades, os agradezco de corazón vuestra labor y deseo que tengáis un
feliz año.
Cordialmente,
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