"Ventana abierta"
YO SOY MANSO Y HUMILDE DE CORAZÓN
28 « Venid a mí todos los que estáis
fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso.
29 Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.
30 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera. » (Mt. 11, 28-30)
29 Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.
30 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera. » (Mt. 11, 28-30)
Tres verbos emplea aquí Jesús en este
Evangelio. Y los tres están en imperativo, no admiten enmienda alguna: “venid”,
“tomad" y “aprended". Tiene que ser muy importante para que nos mande
tan insistentemente…
Es la relación íntima de Jesús con cada
hombre y cada mujer. Quiere que en las penas y agobios de la vida, no nos
repleguemos sobre nosotros mismos… Dice: “¡venid!”. Quiere consolarnos en sus brazos
de Padre o en su pecho de Esposo… Así, el “Cantar de los Cantares”, nos habla
de “El amado de mi alma”. Y que al “¡Venid!”, no corresponde más que el:
“¡Voy!”, “¡Ya voy!”… Esta es la respuesta adecuada de un hijo de Dios, o de una
esposa del Esposo de las almas… ¿Y cómo será el consuelo de Dios mismo?… Él nos
lo dice en su Palabra: “Como un niño a quien su madre consuela, así os
consolaré yo”…O “Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor
ternura por sus fieles”…
“Tomad mi yugo”, es decir, cargad con algo
que sólo es de Jesús y que me une a Él, como me une el yugo a lo que está
atado… ¿Y qué es sólo y exclusivamente de Jesús?: Pues su Cruz, ella fue tomada
por Amor sobre sus hombros y desde entonces, cualquier pena y agobio, primero es
de Jesús y después, en nosotros, es participación y unión estrecha con Él, a
través de la Cruz. Por eso, desde Jesús y con Jesús, su carga es ligera porque
en los roces y heridas de la vida, a mí sólo me llega el peso de su Amor,
porque “el Amor hace ligeras y nuevas todas las cosas”…
Y el “Aprended de mí” es aplicarse a hacer
nuestras las enseñanzas de nuestro Divino Maestro. El verdadero maestro y
médico primero toma para sí la “medicina amarga” y después, al ver que su fruto
es óptimo, entonces se la ofrece a su alumno enfermo…
El fruto de la Cruz, en Nuestro Señor y
Maestro, está envuelto en mansedumbre y humildad de corazón, por eso, Dios,
Dios-Padre, le concedió a Jesús “Un Nombre sobre todo nombre, para que ante
Jesús y su dulzura de corazón, toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra
y en los abismos… para gloria de la infinita sabiduría de Dios”…
Todo este Misterio de Amor, acogido con la
fuerza del Espíritu Santo, no produce sino “descanso para nuestra alma”,
bienaventurada ya anticipada en la tierra…
¿Y dónde podría descansar mejor un hijo de
Dios que en el pecho sagrado de su Señor y ahí “beber del torrente de sus
delicias, porque esa es la fuente viva?”…
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