"Ventana abierta"
HOY EL RETO DEL AMOR ES
ENTREGARME A ESE HERMANO POBRE QUE ESTÁ CERCA DE MI
Hola, buenos días, hoy Matilde nos lleva al Señor. Que
pases un feliz día.
¡UN ANILLO FEO Y SIN BRILLO!
Un día por semana, alrededor de una hora, hacemos Sión y
yo trabajo de archivo. Estos conventos tan antiguos tienen muchas cosas que
ordenar e inventariar, informatizando. ¡Es un trabajo apasionante para aquel
que le gusten los descubrimientos y sorpresas!
El otro día apareció, entre las “cosas raras”, un anillo
estrecho y feo. Ni es de oro, ni de plata… Es una alianza, pero está muy
estropeada. Como en ese momento no la podía llevar al archivo, me la coloqué en
el dedo de la mano contraria a donde están aposentadas siempre mi alianza de la
Profesión, de oro, y un anillo-rosario de plata, muy reluciente…
Mirándome las dos manos, la derecha es “la rica”,
mientras que la mano izquierda, es “la pobre”: no luce más que un anillo sin
brillo ni belleza… ¡Y el caso es que, en el archivo, guardo varios anillos
similares!… Pienso que, cuando nuestras hermanas antiguas comenzaron a usar en
su Profesión una alianza, no estaban los tiempos para oro o plata, sino para
metales sin valor y con poco brillo…
Este hecho me ha llevado de la mano, en la oración, a
algo muy importante de la Palabra de Dios: “Dios no mira como los hombres, que
ven la apariencia, Dios mira el corazón”.
¡Una cosa tan insignificante y hasta fea, que no deleita
en absoluto la vista, encierra en sí algo tan grande como es el simbolismo, que
una consagración a Dios, representa!...
La entrega a Dios de todo lo que se es y se tiene, es lo
más grande que el hombre puede ofrecer al Señor, su Creador y su Dios. Esto es
sublime y raya en lo sobrenatural, por eso es digno sólo de Dios…
Igual Jesús, el Verbo de Dios, que “se despojó de su
rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”… Y tantas
cosas más del extremo de su Amor al hombre, que todos sabemos: ¡no hay más que
mirar a Jesús en la cruz!… Él apareció a nuestros ojos “sin belleza, sin
figura”, como algo despreciable… Y sin embargo, en este máximo anonadamiento,
estaba realizando lo más sublime que Dios pudo hacer por su criatura…
Cuando miramos a veces a nuestros hermanos, los más
miserables, no vemos más que su apariencia “ante quién se vuelve el rostro”,
pero Jesús, nunca miró así: “Lo que hicisteis a uno de estos, mis humildes
hermanos, a mí me lo habéis hecho”… ¡Qué acto tan divino y trascendente está en
nuestras manos!…
Hoy el reto del amor es entregarme a ese hermano pobre
que está cerca de mí y hacer con él lo que haría Cristo…
VIVE DE CRISTO
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¡Feliz día!
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