"Ventana abierta"
Carta pastoral del Arzobispo de Sevilla
‘Comenzamos el curso pastoral con
la compañía de María’
Archidiócesis de Sevilla
Queridos hermanos y hermanas:
Comienzo mi segunda carta semanal después de las vacaciones, saludándoos cordial y fraternalmente a los sacerdotes, consagrados, seminaristas y laicos de la Diócesis. Dios quiera que todos hayáis tenido unos días de descanso feliz y reparador. Iniciamos un nuevo curso pastoral, que a todos os deseo fecundo en frutos de santidad y apostolado. Comenzamos el curso pastoral 2019-2020 con una fiesta mariana, la natividad de la Santísima Virgen, que coincide con las fiestas mayores de tantas ciudades y villas de nuestra Archidiócesis, en las que la Madre de Dios es honrada con los más diversos y hermosos títulos. No podíamos comenzar mejor nuestras actividades pastorales que de la mano y bajo la protección de la Virgen.
Comienzo mi segunda carta semanal después de las vacaciones, saludándoos cordial y fraternalmente a los sacerdotes, consagrados, seminaristas y laicos de la Diócesis. Dios quiera que todos hayáis tenido unos días de descanso feliz y reparador. Iniciamos un nuevo curso pastoral, que a todos os deseo fecundo en frutos de santidad y apostolado. Comenzamos el curso pastoral 2019-2020 con una fiesta mariana, la natividad de la Santísima Virgen, que coincide con las fiestas mayores de tantas ciudades y villas de nuestra Archidiócesis, en las que la Madre de Dios es honrada con los más diversos y hermosos títulos. No podíamos comenzar mejor nuestras actividades pastorales que de la mano y bajo la protección de la Virgen.
La fiesta de la natividad de María se celebraba en Oriente ya en el siglo
V, aunque en Occidente no se celebró hasta el siglo VII. Según la opinión más
probable, la Virgen nació en Jerusalén, muy cerca del templo de Salomón, junto
a la piscina probática en la que tiene lugar la curación de paralitico, en el
lugar donde hoy se encuentra la basílica de Santa Ana. En las lecturas de esta
fiesta, el profeta Miqueas intuye la salvación del pueblo de Israel ligada a la
pequeña aldea de Belén y a una madre que da a luz un hijo. Dicha salvación la
cifra el profeta en la vuelta del pueblo del destierro, para unirse a los que
habían quedado en la patria y formar un sólo pueblo, que será conducido con la
fuerza de Dios y gozará de paz y estabilidad. Cuando Miqueas anuncia que la
salvación se extenderá “hasta los confines de la tierra”, se está refiriendo a los tiempos nuevos, que
serán inaugurados con la venida del Mesías.
De este tiempo, le etapa decisiva de la historia de nuestra salvación,
nos habla el Evangelio de la fiesta del ocho de septiembre. En él se anuncia el
nacimiento de Jesucristo, el Salvador, el “Enmanuel”, el
Dios con nosotros, el Mesías que anuncia un Reino universal, el Reino de la
libertad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz, al que también
nosotros estamos convocados en estos tiempos nuevos que el Señor nos ha
permitido contemplar.
En la fiesta de su natividad, que celebra la Iglesia el ocho de
setiembre, la Santísima Virgen se nos muestra como la estrella que anuncia el
nuevo día, como la aurora que precede al sol que no conoce ocaso, como la madre
del Salvador. Su nacimiento dibuja ya en lontananza los nuevos tiempos que los
profetas anunciaron y hace posible la encarnación y nacimiento del Hijo de
Dios, su manifestación al mundo, su vida pública, la predicación de su mensaje
de salvación, el misterio pascual que nos redime y la efusión de su Espíritu.
El nacimiento de la Santísima Virgen hace posible el tiempo de la Iglesia, de
la que nos sabemos miembros y de la que ella es el miembro más excelso, por ser
la primera redimida.
La celebración del cumpleaños de la madre es un acontecimiento gozoso que
reúne a los hijos en torno a ella para felicitarla, honrarla y estrechar y
fortalecer los vínculos de fraternidad. La fecha del nacimiento de nuestra
madre es un día de alegría para sus hijos. En esa fecha reconocemos nuestro
origen, la explicación de nuestra existencia, el punto de partida de nuestra
historia personal. En la natividad de María está el origen de nuestra vocación
cristiana, de nuestra elección y filiación adoptiva.
Felicitemos a la Santísima Virgen. Vivamos con gozo la fiesta de su
cumpleaños y demos gracias al Señor que nos ha dado a su propia madre como
madre nuestra. Que en este día estrechemos nuestros vínculos de fraternidad y
renovemos el compromiso de amor y de servicio a nuestros hermanos, que nace de
nuestra común condición de hijos de Dios e hijos de la Virgen. Que en esta
fiesta profundicemos en la genuina devoción mariana, que si es auténtica nos
debe llevar a Cristo, su Hijo, y a caminar por las sendas de la santidad y del
apostolado.
En el nacimiento de la Virgen, junto a la piscina de Bethesda, muy cerca
del templo de Jerusalén, se inicia una historia admirable de humildad, de fe,
de esperanza y de amor, un camino intenso de fidelidad, de obediencia a Dios
que modifica todos sus proyectos, y de alegre ejecución de sus planes
misteriosos. Imitémosla en sus actitudes y virtudes y acudamos a ella, que
asunta en cuerpo y alma a los cielos, transfigurada por la gloria del Padre,
vela e intercede por nosotros. Que ni un solo día dejemos de honrarla y de
acudir a ella. Pongamos en sus manos el curso pastoral que estamos iniciando
para que sea verdaderamente un año de gracia, de santidad y de fecundidad
apostólica.
Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición. Feliz domingo, feliz día
del Señor.
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla
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