"Ventana abierta"
Las arañas de
Navidad
Adaptación de una
leyenda alemana
La Navidad había llegado a Alemania y cómo no, también a un
pueblecito escondido entre las nevadas montañas. Como cada año, todos sus
habitantes se disponían a celebrar las fiestas en familia. Eran días especiales
y las casas tenían que estar relucientes, así que se preocupaban por limpiar
sus hogares y alegrarlos con la preciosa decoración navideña.
Sucedió que en una de esas casas habitaba un grupo de
arañas de patas largas y cuerpo delgado, de esas feúchas pero totalmente
inofensivas. Siempre permanecían escondidas en una esquina del comedor, ocultas
tras un aparador de madera con tiradores de bronce. Llevaban allí varias
semanas y el sitio escogido parecía seguro. Habían tejido sus resistentes
telarañas y hasta el momento habían permanecido intactas.
No contaban con que la dueña, dispuesta a que su casa
fuera la más limpia de todas, aparecería con la escoba de un momento a otro.
Desgraciadamente, eso fue lo que sucedió. La mujer corrió las mesas y las
sillas, las estanterías y los muebles, para barrer hasta la última mota de
polvo. Las arañas, por suerte, se dieron cuenta a tiempo de que se acercaba a
su esquinita y salieron despavoridas antes de ser arrasadas por el implacable
cepillo de la escoba. Se ocultaron en una viga del techo y vieron cómo la señora
hacía desaparecer las telarañas que tanto trabajo les había costado
fabricar.
Llegó el día 24 de diciembre y desde su escondite,
vieron a la familia reunida en el salón para montar un precioso árbol de
Navidad, lleno de lazos y muñequitos de madera. Cuando terminaron, padres e
hijos disfrutaron de una opípara cena y cantaron villancicos hasta bien entrada
la noche. Sobre las dos de la mañana, todos se fueron a dormir.
Las arañitas estaban deseando ver ese precioso
árbol más de cerca, así que cuando en toda la casa reinó el silencio,
bajaron por la pared y treparon ágilmente por las ramas del abeto. Disfrutaron
muchísimo recorriendo el arbolito navideño, deslizándose por sus adornos y
sintiendo las cosquillas de las piñas en sus tripitas. Iban de aquí para allá
soltando hilos de seda y al final, tanto se movieron, que el árbol quedó
cubierto por una enorme telaraña.
Ni se enteraron de que por la chimenea apareció Santa
Claus, que venía a dejar los regalos a los niños. Al acercarse al árbol, vio
que estaba lleno de arañitas y que no se veían los adornos porque estaban
cubiertos por una grande y tupida tela de araña gris. Sintió ternura por esos
bichitos que tan bien se lo estaban pasando ¡Al fin y al cabo, para ellas
también era Navidad!
Sonriendo les preguntó si querían quedarse para
siempre viviendo en ese árbol. Las arañitas contestaron que sí, entusiasmadas.
Santa Claus tocó el árbol y se hizo la magia: las arañitas se convirtieron en
preciosos adornos dorados y las telarañas, en brillantes guirnaldas e hilos de
plata que embellecieron y dieron luz al árbol de Navidad.
Desde entonces muchos alemanes decoran con largas
cintas sus árboles y no se olvidan de comprar un adorno con forma de arañita,
en recuerdo a esta hermosa leyenda.
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