Páginas

sábado, 29 de junio de 2019

Homilía Solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles. 29 - Junio - 2019

"Ventana abierta"


Homilía Solemnidad de San Pedro y San Pablo, apóstoles


Parroquia Nuestra Señora de los Ángeles
Serra, Valencia

San Pedro y San Pablo un ejemplo admirable de fe y confianza.
Son, Pedro y Pablo fundamento de nuestra Iglesia. Los dos,  son hombres con un pasado no precisamente brillante.

Pedro fue un predilecto de Jesús, desde el primer momento. Vivió con el Señor los acontecimientos más importantes de su vida, todos aquéllos que estaban reservados para unos pocos. Fogoso y temperamental no tuvo inconveniente en asegurar a Jesús que era capaz de morir con Él y que le seguiría fielmente hacia ese camino de dolor y renuncia que el Señor estaba pintando y que Pedro, en un primer momento, rechazaría con toda la energía de su temperamento. Pero todos sabemos que Pedro falló en toda la línea.
Pero el Señor lo perdonó. Siguió encontrándose con él después de su resurrección, concediéndole, como siempre, un "trato de favor" y, tal como hoy leemos en el evangelio, quiso dejarle el cuidado de los suyos, sin recordarle nunca su estrepitoso fallo. No hubo para Pedro, por parte de Jesús, reprensión sino perdón. No le echó en cara Jesús a Pedro su pasado sino que le echó en cara su futuro, un futuro en el que Pedro, efectivamente, será capaz de seguir, paso a paso, las huellas de su Maestro. Y quedó claro que lo único que Jesús exigió a Pedro para que fuera su fiel imagen en la tierra, era que le amase. Si hay algo claro por parte de Cristo es el deseo de fundamentar a los cristianos en el amor, en el amor a su Persona y, como consecuencia lógica, en el amor a todos los hombres.

Pablo también era un hombre con tristes antecedentes. Forofo de la Ley, dogmático, duro e intransigente, se caracterizó por la persecución a los primeros cristianos creyendo a pies juntillas que así hacía un buen servicio a Dios, naturalmente a "su" Dios. Haría falta que cegaran sus ojos, que tan claramente veían, para que una luz nueva se hiciese en su interior y rompiera completamente con aquel estilo que tan contrario era con el del Señor al que, a partir de entonces, serviría con una dedicación exclusiva y excluyente. También para Pablo será el amor de Cristo el que cimentará su vida ya para siempre orientada hacia una sola meta.

A ambos les movía la fe en el Señor. La fe, traducida en una confianza sin límites en el poder y en el amor del Señor, hizo que San Pedro y San Pablo no perdieran nunca el entusiasmo y la valentía en la predicación del evangelio. Los dos sufrieron calamidades sin cuento, en el cuerpo y en el alma, siendo encarcelados varias veces, continuamente perseguidos y, al final, condenados a muerte. Pero ninguna dificultad les quitó el ánimo, ni el entusiasmo interior. Su fe les dio siempre la seguridad de que el Señor resucitado estaba de su parte y, de hecho, esta seguridad de que el Señor les protegía y les amaba fue la que, realmente, les libró de todas sus ansias. 

Muchas veces, nuestros miedos y nuestras inseguridades, interiores y exteriores, son simplemente falta de fe. Si sabemos que Dios está con nosotros no podrán vencernos las dificultades, ni el dolor, ni la muerte. San Pedro y San Pablo fueron en esto, como en tantas otras cosas, un ejemplo admirable.

Con esta fiesta de San Pedro y San Pablo termina hoy el año paulino. Es seguro que este año dedicado a San Pablo nos ha ayudado a todos a conocer mejor al apóstol de las gentes. ¿Podemos decir también que este año nos ha ayudado a los cristianos a seguirle y a amarle con más fidelidad y con más fuerza? Esperemos que así haya sido. Así se lo pedimos, con humildad y confianza, al Señor Jesús, de quien San Pablo se declaró siempre humilde siervo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario