"Ventana abierta"
Rincón para orar.
“PADRE, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU”. Y DICIENDO ESTO, EXPIRÓ.
(LC 23, 46)
SÉPTIMA PALABRA DE JESÚS EN LA CRUZ
El Espíritu Santo engendró al Verbo de Dios, desde toda
la eternidad; Y el Espíritu Santo, engendró a Jesús, el Verbo de Dios, en el
seno de María Virgen: “Y se hizo hombre”; Y ahora, al final de su existencia
terrena, el Hijo de Dios, uno con el Padre, entrega su Espíritu en sus Manos
para volver a Él…
Misterio este de Amor que sale de Dios, está en el mundo
y de nuevo vuelve al seno Trinitario, pero no está en Él como antes, porque
ahora se ha introducido allí con su Humanidad Santísima.
Jesús en la cruz, a la vista de tanto desastre y
oscuridad, necesitaba poner su vida entera en unas manos amorosas, luminosas y
cálidas: las Manos del Padre que no saben sino amar y acariciar, contagiando
bondad y ternura. A estas Manos clama y confía Jesús, porque ellas le traerán
en breve, el triunfo de la Resurrección tan esperada… Pues no ha sufrido y
muerto sino para culminar su obra en la Resurrección de entre los muertos…
Su tránsito final, en la muerte de su cuerpo, necesita
ir acompañado por el tacto de las Manos del Padre que atemperará y suavizará el
paso de la muerte a la Vida…
¡Oh, las Manos del Padre, entre las que pedimos nosotros
estar y sentir, en el final de nuestra vida, al igual que el Hijo en su agonía
en la cruz!... El, en este momento, nos ha merecido tan gran gracia y creemos
firmemente que así será, porque hemos creído y amado a Jesús y todo lo que nos
ha dicho y obrado… Él es nuestra Vida y lo amamos, sobre todas las cosas…
Moriremos sí, igual que Jesús, pero entraremos en su gloria cogidos de las Manos
grandes y poderosas del Padre, que en el último suspiro, nos estarán esperando
abiertas y tendidas hacia nuestro pobre y pequeño ser…
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