"Ventana abierta"
Rincón para orar
Sor Matilde
EL RICO EPULÓN Y EL
POBRE LÁZARO
19 « Era un hombre rico que vestía de
púrpura y lino, y celebraba todos los días espléndidas fiestas.
20 Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas,
21 deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.
22 Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado.
23 « Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
24 Y, gritando, dijo: "Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama."
25 Pero Abraham le dijo: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado.
26 Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros."
27 « Replicó: "Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
28 porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento."
29 Díjole Abraham: "Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan."
30 El dijo: "No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán."
31 Le contestó: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite." » (Lc. 16, 19-31)
20 Y uno pobre, llamado Lázaro, que, echado junto a su portal, cubierto de llagas,
21 deseaba hartarse de lo que caía de la mesa del rico... pero hasta los perros venían y le lamían las llagas.
22 Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado.
23 « Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.
24 Y, gritando, dijo: "Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama."
25 Pero Abraham le dijo: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado.
26 Y además, entre nosotros y vosotros se interpone un gran abismo, de modo que los que quieran pasar de aquí a vosotros, no puedan; ni de ahí puedan pasar donde nosotros."
27 « Replicó: "Con todo, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre,
28 porque tengo cinco hermanos, para que les dé testimonio, y no vengan también ellos a este lugar de tormento."
29 Díjole Abraham: "Tienen a Moisés y a los profetas; que les oigan."
30 El dijo: "No, padre Abraham; sino que si alguno de entre los muertos va donde ellos, se convertirán."
31 Le contestó: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán, aunque un muerto resucite." » (Lc. 16, 19-31)
“Hacer caso a los profetas”. Cuando
escucho: “pecadores, convertíos”, veo que esto va por mí y le pido a Dios que
me dé luz para ver mis pecados, lo que le desagrada, porque quiero verme como
Dios me ve y no como yo me imagino: con virtudes invisibles, pero no reales.
Santa Teresa decía que un poco de conocimiento de sí mismo vale más que mil
oraciones. Mis pecados son invisibles a veces, pero reales, así los ve Dios…
Esta parábola no es tal, es una de las
muchas situaciones actuales de la vida: el rico y el pobre a su puerta pidiendo
migajas de misericordia, que le son negadas. Pero la segunda parte, es
revelación de Jesús, porque no acabamos de creer que el bien que hagamos en esta
vida, conscientemente, será recompensado en la vida futura, y viceversa.
Se necesita el salto de la razón a la fe, y no cualquier fe, sino una fe robusta que nos haga ver las cosas como Dios las ve y no con la miopía de mi amor propio e intereses.
Se necesita el salto de la razón a la fe, y no cualquier fe, sino una fe robusta que nos haga ver las cosas como Dios las ve y no con la miopía de mi amor propio e intereses.
Muchos, muchos hombres sufren por diversas
causas y no sienten, aquí en la tierra, el alivio de sus miserias. Pero ellos,
a los ojos de Dios, son bienaventurados: “dichosos los que lloran porque ellos
serán consolados”, y no con cualquier consuelo, sino con un consuelo divino,
que será ver a Dios cara cara. ¿Quién puede decir qué es esto? Nadie, a no ser
Jesús: “nadie ha subido a cielo, a no ser el Hijo del Hombre, que está en el
cielo”…
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