"Ventana abierta"
Reunirá a sus elegidos de los cuatro vientos
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán.
Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre
las nubes con gran poder y gloria; enviará a los ángeles y reunirá a sus
elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo
del cielo.
Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando
las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está
cerca; pues cuando veáis vosotros que esto sucede, sabed que él está cerca, a
la puerta. En verdad os digo que no pasará esta generación sin que todo
suceda. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En
cuanto al día la hora, nadie lo conoce ni los ángeles del cielo ni el Hijo,
solo el Padre.
Evangelio según san Marcos 13, 24-32
Comentario bíblico de Álvaro Pereira
Dn 12,1-3; Sal 15; Hb 10,11-14.18; Mc 13,24-32
El discurso de Jesús forma parte del llamado
“discurso escatológico”, o discurso sobre los últimos días (Mc 13). Jesús acaba
de salir del Templo, donde ha elogiado a una pobre viuda que ha echado en el
arca de las ofrendas cuanto tenía para vivir, y se encuentra ahora en el monte
de los Olivos junto a sus discípulos, que están fascinados por la vista
impresionante del Templo de Jerusalén. Jesús interrumpe su asombro y les
anuncia que no quedará piedra sobre piedra, todo será destruido. Jesús les
propone un largo discurso donde el final de Jerusalén con su Templo se
convierte también en una imagen anticipada del fin del mundo. Ciertamente,
suponía el fin del mundo conocido, pues un judío no concebía la vida sin el
Templo donde poder adorar a Dios. Sin embargo, el tono general de las lecturas
de hoy nos habla de un mensaje transido de esperanza. Junto al sufrimiento que
conllevará el cambio, se proclama que el pueblo se va a salvar (1ª lectura),
que el Señor lo va a librar de la muerte y la corrupción (Salmo), que será el
mismo Hijo del hombre revestido de poder y majestad el que reunirá a sus
elegidos desde los cuatro puntos cardinales. Al final el que vence es Dios y
nos promete que “el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”
(Mc 13,31).
La prueba de que Dios ha vencido la tenemos en
Jesucristo. Su entrega al Padre lo convierte en la ofrenda que borra todos los
pecados y permite tener libre acceso a Dios (2ª lectura). Así, Jesucristo es
erigido por Dios como el Templo definitivo y la buena noticia es que está a las
puertas, que viene para llevarnos con su Padre; por esta razón estemos atentos
a su llamada, para poder abrirle nuestra morada.
Para profundizar:
El
sufrimiento y el dolor nos pueden quitar la esperanza, ¿a dónde nos agarramos
en esos momentos?
La esperanza
es algo que puede desaparecer, ¿la palabra de Dios te ha servido alguna vez de
consuelo?
Jesús nos ha
anunciado que volverá, de hecho afirma que ya está entre nosotros, ¿dónde le
descubro?
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