"Ventana abierta"
Rincón para orar
Sor matilde
EL CENTURIÓN
5 Al entrar en Cafarnaúm, se le acercó un
centurión y le rogó
6 diciendo: « Señor, mi criado yace
en casa paralítico con terribles sufrimientos. »
7 Dícele Jesús: « Yo iré a curarle. »
8 Replicó el centurión: « Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.
9 Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: "Vete", y va; y a otro: “Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace. »
10 Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: « Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande.
11 Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos,
12 mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes. »
13 Y dijo Jesús al centurión: « Anda; que te suceda como has creído. » Y en aquella hora sanó el criado.
14 Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre.
15 Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle.
16 Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos,
17 para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades. (Mt. 8, 5-17)
8 Replicó el centurión: « Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.
9 Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: "Vete", y va; y a otro: “Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace. »
10 Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: « Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan grande.
11 Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los Cielos,
12 mientras que los hijos del Reino serán echados a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes. »
13 Y dijo Jesús al centurión: « Anda; que te suceda como has creído. » Y en aquella hora sanó el criado.
14 Al llegar Jesús a casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre.
15 Le tocó la mano y la fiebre la dejó; y se levantó y se puso a servirle.
16 Al atardecer, le trajeron muchos endemoniados; él expulsó a los espíritus con una palabra, y curó a todos los enfermos,
17 para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: El tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades. (Mt. 8, 5-17)
“No he encontrado nadie en Israel con tanta
fe”. Y es que el centurión trasplanta el mundo de las relaciones humanas a las
realidades sobrenaturales. Él manda a sus soldados que hagan esto o lo otro y
todo lo que les pide está en sus habilidades humanas, pero lo que le dice a
Jesús es que Él es capaz de curar con su palabra a su criado, con tal de que se
lo mande.
Tiene una fe tan grande en Jesús que conoce
que su poder no tiene límites. Le ha visto hacer milagros a la gente: sana con
sólo tocar, echa los demonios cuando les manda salir de un hombre y lo
obedecen… ¿cómo no va a poder curar a su criado, tan sólo con que lo mande con
su palabra: “queda sano”?...
Pero es tan grande su fe y su humildad que
no se siente digno de que Jesús pise su casa: “Yo no soy digno”. Jesús es el
Mesías, el Señor esperado por el pueblo judío y cuando lo tiene delante, se
sobrecoge ante su majestad, su bondad, su amor para hacer el bien a todos.
Seguro que habría oído: “Todo lo hace bien, hace oír a los sordos y hablar a
los mudos”.
Pero lo maravilloso es que Jesús se sienta
admirado por la fe de este hombre. Y es que el centurión ha vislumbrado el
Reino de Dios: “Los paganos os llevan la delantera en el Reino de los Cielos…”.
Señor, concédeme esa fe sencilla y
misteriosa que das a los limpios de corazón. María era así, por eso creyó y se
hizo en ella la maravilla de la Encarnación. ¡Dámela Jesús!...
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