"Ventana abierta"
"Con 42 años está metida en un cuerpo de una mujer de 80"
Estaba mala, sin fuerza, y el médico me decía que era una floja"
Relato
de una madre de familia con fibromialgia severa que ha tenido que ir a los
tribunales para que se la reconozcan
No puedo hacer ejercicio físico, sólo andar 15 minutos al día y despacio, ni faenas de la casa ni nada. Me relaja el mar, aunque no puedo bañarme porque no aguanto los cambios de temperatura, pero me relaja», termina Teresa.
Extraído de ABC
"Con 42 años está metida en un cuerpo de una mujer de 80"
Relato
de una madre de familia con fibromialgia severa que ha tenido que ir a los
tribunales para que se la reconozcan
De cómo nos puede cambiar la vida en un minuto sabe mucho
una sevillana de 42 años que se llama Teresa García García.
Hoy está contenta porque los tribunales, que no el Estado, le han reconocido «que no puedo tirar de mi cuerpo»; porque tiene dos hijos que le ayudan, un marido ejemplar y una familia estupenda. Pero no tiene fuerza, ni tratamiento que le dé energía y le quite los dolores. Sólo toma antidepresivos para sobrellevar mejor que su cuerpo no corresponde a su edad, «sino al de un mujer de 80 años» y que «sólo tengo ganas de estar acostada con los ojos cerrados».
Hoy está contenta porque los tribunales, que no el Estado, le han reconocido «que no puedo tirar de mi cuerpo»; porque tiene dos hijos que le ayudan, un marido ejemplar y una familia estupenda. Pero no tiene fuerza, ni tratamiento que le dé energía y le quite los dolores. Sólo toma antidepresivos para sobrellevar mejor que su cuerpo no corresponde a su edad, «sino al de un mujer de 80 años» y que «sólo tengo ganas de estar acostada con los ojos cerrados».
Sólo toma antidepresivos porque
también tiene que digerir qué hubiera pasado si desde un primer momento se
hubiera diagnosticado su enfermedad, si hubiera cotizado los cinco años
anteriores a la sentencia judicial que le dio el pasado mes de junio la
incapacidad permanente absoluta, y en vez de una paga de 640 euros le hubiera
quedado una de 1.300.
Tenía 33 años en 2009 un buen trabajo en una oficina, bien
remunerado y una vida perfecta con su marido y sus
dos hijos de 5 años y 6 meses.
Pero una mañana se levantó para ir a trabajar y se sintió como si tuviera gripe. Pasados
unos días y tras ver que cada vez estaba peor pidió cita con su médico de
cabecera en el ambulatorio La Plata.
«Al comentarle que me dolía todo el cuerpo, que no
tenía fuerzas ni para estar de pie, ni escribir en el ordenador me dijo que era
estrés.
Me fui de la consulta sabiendo que no era cierto. A las pocas semanas volví ante la persistencia de los síntomas día y noche y me volvió a decir que era estrés. Y así durante 8 meses.
Un día hablando con un amigo, me dijo que tenía los mismos síntomas que su mujer y que tenía fibromialgia. Así que nuevamente pedí cita a mí médico y le pregunté si podía ser esa enfermedad. Me contestó que era una enfermedad inventada por alguien que estaría aburrido».
Me fui de la consulta sabiendo que no era cierto. A las pocas semanas volví ante la persistencia de los síntomas día y noche y me volvió a decir que era estrés. Y así durante 8 meses.
Un día hablando con un amigo, me dijo que tenía los mismos síntomas que su mujer y que tenía fibromialgia. Así que nuevamente pedí cita a mí médico y le pregunté si podía ser esa enfermedad. Me contestó que era una enfermedad inventada por alguien que estaría aburrido».
Teresa cambió de facultativo y le tocó una médica
nueva. En la primera cita, tras explicarle sus síntomas, le dijo que ya sabía
lo que le pasaba, pero que tenía que mandarme al traumatólogo y reumatólogo
para estar segura.
Tras las pruebas, confirmaron el diagnóstico: fibromialgia severa, cervicodorsalgia crónica y lumbalgia mecánica.
Luego fue a un internista que también lo confirmó «tras hacerme más pruebas, ya que es una enfermedad por descarte pues no hay ningún marcador biológico que diga que existe, de momento». Poco a poco fueron surgiendo más enfermedades, asociadas como síndrome de Raynaud, artritis, ansiedad, depresión..... «¿Cómo evitar caer en una depresión cuando ves que estás metida en un cuerpo de una mujer de 80 años. Cuando ni puedes coger a tus hijos en brazos, cuando el más mínimo esfuerzo te deja en cama tres días. Cuando tú marido tiene que hacer de padre, madre, ama de casa....», relata.
Tras las pruebas, confirmaron el diagnóstico: fibromialgia severa, cervicodorsalgia crónica y lumbalgia mecánica.
Luego fue a un internista que también lo confirmó «tras hacerme más pruebas, ya que es una enfermedad por descarte pues no hay ningún marcador biológico que diga que existe, de momento». Poco a poco fueron surgiendo más enfermedades, asociadas como síndrome de Raynaud, artritis, ansiedad, depresión..... «¿Cómo evitar caer en una depresión cuando ves que estás metida en un cuerpo de una mujer de 80 años. Cuando ni puedes coger a tus hijos en brazos, cuando el más mínimo esfuerzo te deja en cama tres días. Cuando tú marido tiene que hacer de padre, madre, ama de casa....», relata.
Así estuvo trabajando dos años más en los que su vida
transcurría entre el trabajo y la cama o el sofá. Hasta que un día su jefa le
dijo que no podía seguir así, que se diera de baja. Había perdido 10 kilos. Se quedó
en 43 y bajo el «inacertado consejo de
mi abogado, pidió pasar el tribunal médico.
No le dieron la incapacidad y fue a juicio. Lo perdió
por no tener «agotados todas las vías terapéuticas» y no disponer de «informes
donde se indicara mi incapacidad para el trabajo o mi vida cotidiana».
«Al principio me hundí —sigue— pero con el tiempo fue
lo que me impulsó a seguir luchando por mis derechos como enferma crónica,
aunque el tema estuviera casi imposible.
Hace unos tres años que me diagnosticaron síndrome de fatiga crónica y tras varios paseos por distintos especialistas, un día en urgencias me derivaron a un internista. Éste a su vez a una neumóloga que fue quien me hizo todas las pruebas necesarias y más, para saber qué grado tenía de enfermedad. Tengo ese síndrome en grado IV y severa discapacidad.
Eso, estoy segura de que lo he tenido también desde el principio, pero como se lavan las manos y cuando vas a urgencias te mandan a sacar a tus hijos al parque, para atender a personas que realmente están enfermas, según me dijeron textualmente...», afirma.
Hace unos tres años que me diagnosticaron síndrome de fatiga crónica y tras varios paseos por distintos especialistas, un día en urgencias me derivaron a un internista. Éste a su vez a una neumóloga que fue quien me hizo todas las pruebas necesarias y más, para saber qué grado tenía de enfermedad. Tengo ese síndrome en grado IV y severa discapacidad.
Eso, estoy segura de que lo he tenido también desde el principio, pero como se lavan las manos y cuando vas a urgencias te mandan a sacar a tus hijos al parque, para atender a personas que realmente están enfermas, según me dijeron textualmente...», afirma.
Logró conseguir buenos informes y aconsejada por una
amiga, contrató a uno de los mejores abogados que hay en estas
enfermedades: Javier León Iglesias, de Zaragoza.
Tras más de cerca de año y medio de espera, llegó el juicio, por la demanda interpuesta contra el Instituto Nacional de la Seguridad Social y la Tesorería General de la Seguridad Social.
Tras más de cerca de año y medio de espera, llegó el juicio, por la demanda interpuesta contra el Instituto Nacional de la Seguridad Social y la Tesorería General de la Seguridad Social.
«Varios meses después —añade— la jueza me concedió la
incapacidad permanente absoluta. Fue una sensación muy rara. Estaba muy
contenta porque al final habían reconocido que estaba muy enferma y no podía
trabajar en nada, pero a la vez me invadió una gran tristeza darme cuenta de
eso mismo.
Tan joven, con 42 años. Toda la vida por delante, pero qué clase de vida. He tenido dos intentos de autolisis y cuando miro al futuro sólo veo dolor, cansancio extremo, y más dolor».
Tan joven, con 42 años. Toda la vida por delante, pero qué clase de vida. He tenido dos intentos de autolisis y cuando miro al futuro sólo veo dolor, cansancio extremo, y más dolor».
Se acuerda cuando los médicos le
decían que «todo estaba en mi cabeza, que lo que no quería era trabajar, que
era una floja y que cuidara de mis hijos».
Ahora va a solicitar ayuda amparada en la Ley de Dependencia y tiene también reclamado el 33% de minusvalía que le ha reconocido la Junta de Andalucía. Pero quiere, sobre todo, que las personas que se vean reflejadas en su situación «luchen y no tiren la toalla» para conseguir, al menos, que sea reconocida la incapacidad que tienen».
«Mi vida transcurre cansada, duermo pero me levanto
como si no hubiera dormido. Pero tengo a mi familia, a mis hijos de 13 y 9 años a les que ayudo a
estudiar aunque sea tumbada en la cama. Ahora va a solicitar ayuda amparada en la Ley de Dependencia y tiene también reclamado el 33% de minusvalía que le ha reconocido la Junta de Andalucía. Pero quiere, sobre todo, que las personas que se vean reflejadas en su situación «luchen y no tiren la toalla» para conseguir, al menos, que sea reconocida la incapacidad que tienen».
No puedo hacer ejercicio físico, sólo andar 15 minutos al día y despacio, ni faenas de la casa ni nada. Me relaja el mar, aunque no puedo bañarme porque no aguanto los cambios de temperatura, pero me relaja», termina Teresa.
Extraído de ABC
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