"ventana abierta"
HOY EL RETO DEL AMOR ES
QUE TE LEVANTES TEMPRANO Y ALABES AL SEÑOR POR LA MARAVILLA DE LA MAÑANA
Hola, buenos días, hoy Matilde nos lleva al Señor. Que
pases un feliz día.
LA MARAVILLA DE LA MAÑANA
Bajamos las monjas a la iglesia para cantar las
alabanzas del Señor bien temprano, cuando la mañana empieza a difundir su luz,
invadiéndolo todo.
Me he dado cuenta de que este acto nada añade a la
gloria del Señor y sí nos da a nosotros inmensos beneficios y regalos. Nosotros
sólo ponemos una conciencia activa y agradecida para apreciar que estamos
rodeados de la luz y de la bendición de Dios, y, generalmente, no lo sabemos.
Por ello, ¡qué buena costumbre de los religiosos el ir lo primero a la iglesia
para alabar al Señor y darle gracias!
La Resurrección de Cristo, como glorioso amanecer,
quiere ser nuestra alegría y fuerza cada día. Y esto es así porque Jesús ha
querido llenar de Su claridad y luz nuestra vida desde que nacemos, con
mensajes que siempre repiten en sus ecos la gloria del Señor.
Me estoy refiriendo a una experiencia que sucedió hace
ya años y que hoy se ha revivido en mí:
Cuando éramos niñas (éramos tres hermanas), íbamos tres
meses a veranear a Cercedilla, un pueblito de la Sierra de Guadarrama, todo
montañas y pinares a los alrededores y frente a la montaña de Siete Picos. Mi
madre alquilaba una casita, bien barata (ya que ella se encargaba de hacer su
“negocio” en el invierno, cuando los alquileres estaban en baja o eran nulos).
Y, en esta atmósfera de paz y silencio, se nos pasaban los días del verano...
Había una cosa bellísima que siempre disfrutábamos, sin
poder entonces dar razón de ello: el despertar por las mañanas y sumergirnos en
la luz y en los destellos de Dios Creador, y más en la fuerza y el poder de la
Resurrección de Jesús, que cada amanecer “se difundía como una gracia nueva”.
¡Qué belleza!, ¡qué hermosura de luz y de silencio!,
¡qué luz que abrazaba todas las cosas y a nosotras, con sus destellos amorosos
y potentes!... No sabíamos, en esas mañanas escogidas, sino dejarnos envolver y
gozarnos, muy dentro, en el Corazón de Dios...
Esto lo han vivido muchos hombres y mujeres antes que
yo, lo sé. Ya San Juan de la Cruz cantaba con la exuberancia de esta
experiencia, en la canción 23 de su Cántico Espiritual:
“De flores y esmeraldas, en las frescas mañanas
escogidas,
haremos las guirnaldas, en tu amor florecidas,
y en un cabello mío entretejidas”...
haremos las guirnaldas, en tu amor florecidas,
y en un cabello mío entretejidas”...
Las flores y las hierbas cantan la grandeza de Dios y
yo, en el frescor de la mañana, pongo “mi cabello”, cosa tan frágil, para
engarzar la gracia y los dones de Dios que Él nos regala con exuberancia.
Hoy el reto del amor es que te levantes temprano y
alabes a Dios por la maravilla de la mañana.
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¡Feliz día!
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