"Ventana abierta"
Cuando no se quiere ver la verdad se cometen muchos disparates. Cerrar los
ojos ante la verdad es la necedad más grave y grande que se puede cometer. Y
aquellos sumos sacerdotes poco tenían de lo que significa la verdadera esencia
de un sacerdote. Estaban dispuestos a todo, incluso a cometer verdaderos
disparates por mantener sus mentiras y su poder.
¿Cómo es posible que se pueda decir que los apóstoles se llevaron el cuerpo
de Jesús? ¿Acaso lo podían ocultar a los ojos de los demás? Y, en el supuesto
de haberlo hecho, ¿de dónde sacan las fuerzas para dar su vida por defender la
Resurrección de Jesús? ¿Se puede dar la vida y engañar a muchos con algo que no
ha sucedido? ¿Se puede sufrir tanto llevando una vida de padecimientos, de
persecución, de miserias hasta dar la vida por sostener una mentira? ¿Es esto
posible?
Solamente en la mente de los soberbios, de los egoístas y de los que han
buscado su poder y sus intereses se puede anidar un disparate tan grande como
el de aquellos sumos sacerdotes. Y lo creen aquellos que, en su misma línea,
anidan ese egoísmo, esa ambición y esa avidez a la satisfacción de su propio
egoísmo sin tener en cuenta a los demás.
No nos debe de sorprender, sino de comprender que estas cosas pasan en la
mente de los hombres sometidos al maligno. Jesús ya lo había dicho en la
parábola del rico y el pobre Lázaro: "algunos no creerán aunque resuciten
los muertos". Y es que levantarse de los errores cometidos no es nada
fácil. Eso nos puede ayudar a valorar el gran esfuerzo de humildad que hizo el
hijo pródigo para regresar a su casa. No ocurre lo mismo con los sumos
sacerdotes, cómplices de la condena de Jesús a morir crucificado, que se
mantienen en su soberbia, en sus mentiras para no aceptar humildemente la fe en
el Señor.
Y, a todas estas, los testigos que presentan los sumos sacerdotes son unos
soldados dormidos. Dormidos todos, tanto ellos como los sumos sacerdotes y
todos los que cerramos los ojos a la verdad.
Para ver a Jesús y su Resurrección hay que tener los ojos bien abiertos. Abiertos a la Verdad y al Amor que, escrito dentro de nuestros corazones, nos enseñan el único y verdadero camino hacia el Señor.
Para ver a Jesús y su Resurrección hay que tener los ojos bien abiertos. Abiertos a la Verdad y al Amor que, escrito dentro de nuestros corazones, nos enseñan el único y verdadero camino hacia el Señor.
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