"Ventana abierta"
HOY EL RETO DEL AMOR ES
PARAR
Hola, buenos días, hoy Israel nos lleva al Señor. Que
pases un feliz día.
A FLOR DE PIEL
Ayer vinieron unos amigos de visita y, como ya nos
conocen, nada más vernos, la pequeña nos preguntó casi a modo de saludo: “¿Me
podéis traer una de las tortugas?”
Me hizo mucha gracia, porque se acordaba de que,
alguna de las veces que ha venido antes, se la llevamos al locutorio para que
la viera. Aquel detalle se le quedó grabado.
O, por ejemplo, cuando vienen mis sobrinos, me piden que
les saque las espadas que Lety aún conserva de su etapa de esgrimista.
Y es que los niños son geniales, ¡siempre se quedan con
lo que más les ha gustado! En ellos hay todavía un asombro por las cosas, y
cualquier nuevo acontecimiento se convierte para ellos en motivo de alegría, de
felicidad.
Me doy cuenta de que, conforme nos vamos haciendo
mayores, vamos dejando a un lado esa capacidad para asombrarnos, y puede que
incluso pasen días y días por nuestra vida como si nada nuevo hubiera sucedido.
Pero, ¿acaso esto es real?
Todos sabemos que no, que cada día es nuevo, es un
regalo lleno de sorpresas, de nuevas aventuras, de encuentros con personas que
no son indiferentes para nosotros.
Entonces, ¿qué nos diferencia de los niños?
Que ellos viven mucho más con el corazón a flor de piel,
viven con mucha intensidad. Pero, al ir creciendo, los tropiezos de la vida,
las preocupaciones por las “cosas importantes”, nos hacen ir escondiendo el
corazón en lo más, más, más profundo de nosotros.
Pero nada es imposible para el Señor, porque el corazón,
aunque a veces no lo sintamos, sigue ahí, latiendo. Tan sólo necesitamos una
cosa para oírlo: parar. Pararse a orar, a reflexionar, a preguntarLe al Señor:
“¿En qué me has sorprendido hoy?” o “¿En qué momento del día te he podido
vislumbrar?”
Las cosas realmente suceden, y nos tocan, pero vamos muy
rápido; si no paramos y volvemos sobre nuestro corazón, no sabremos ni ponerle
palabras.
Hoy el reto del amor es parar. Hoy el Señor te va a
buscar la oportunidad de parar con Él unos minutos: quizá cuando vayas solo en
el coche, en el despacho, en la capilla o incluso en la tumbona de la playa. No
dejes que los días te vivan a ti; para con Él y permíteLe que vuelva a poner tu
corazón a flor de piel.
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¡Feliz día!
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