1 mayo
2016
Caminamos de su mano
Muchas personas nos cuentan el sufrimiento interno que
viven. Personalmente me duele mucho el dolor de la gente, pero a la vez veo
cómo en ese sufrimiento el Señor sale a su encuentro. Muchas veces cuando estoy
escuchando pienso: “pero qué bueno es todo lo que te está pasando si te lleva a
abrirte al Espíritu Santo” pues cada sufrimiento nos sitúa en una experiencia
de pobreza interior que nos puede llevar a abrirnos al Espíritu Santo o a
cerrarnos en nosotros mismo.
“Jesús le respondió: « Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice:
"Dame de beber", tú le habrías pedido a él, y él te habría dado agua
viva. »Jesús le respondió: « Todo el que beba de esta agua, volverá a tener
sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás, sino que el
agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida
eterna.” (Jn 4,10-14)
El sufrimiento es uno de los caminos que nos sitúa en
nuestro ser de creatura y a Dios como creador y Padre; te muestra tus límites y
cómo sólo por gracia de Dios puedes seguir hacia delante. Sólo quien
experimente la pobreza interior en sí mismo puede acoger el Don del Espíritu
Santo, ya que en caso contrario no le necesitamos. A medida que crece en
nosotros el ego, que crecen mis necesidades, ser más que el otro, va creciendo
en nosotros la ausencia de necesitar al Espíritu Santo.
Pero ¿quién es este Espíritu Santo tan importante? El Espíritu Santo es el que
habla a cada corazón para hablarte del amor que Dios te tiene gratuitamente. Es
el que te dice que Dios Padre te quiere como eres y como estás, sólo necesita
una condición por tu parte, que lo acojas y lo necesites en tu vida.
Siempre está nuestro ego haciéndonos creer mejores que lo demás y por lo tanto
con el derecho de juzgar. Es el Espíritu Santo quien nos pone en nuestro sitio,
dejándonos en una situación donde necesitamos de los demás. La convivencia se
estropea con facilidad por nuestro yo, por eso necesitamos al Espíritu Santo
que nos enseña a ser humildes y amables y con sencillez de corazón restaura la
comunicación de unos con otros. Será el Espíritu Santo quien utilizará tus
dones naturales para construir a los demás.
Se necesitan manos de pobre para acoger al Espíritu Santo y corazón de niño
para déjarle actuar en nuestra vida. Este Don nadie lo puede conquistar, se da
gratis sin excepciones. Cuando nos vemos a la luz de Dios tal como somos a
nadie le dan ganas de presumir y comprendemos que la única necesidad que
tenemos en ese momento es pedir que venga el Espíritu Santo.
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