"Ventana abierta"
DOMINGO 3º DE
PASCUA /B
TESTIGOS
Homilía José Antonio Pagola
Lucas describe el
encuentro del Resucitado con sus discípulos como una experiencia fundante. El
deseo de Jesús es claro. Su tarea no ha terminado en la cruz. Resucitado por
Dios después de su ejecución, toma contacto con los suyos para poner en marcha
un movimiento de "testigos" capaces de contagiar a todos los pueblos
su Buena Noticia: "Vosotros sois mis testigos".
No es fácil convertir
en testigos a aquellos hombres hundidos en el desconcierto y el miedo. A lo
largo de toda la escena, los discípulos permanecen callados, en silencio total.
El narrador solo describe su mundo interior: están llenos de terror; sólo sienten
turbación e incredulidad; todo aquello les parece demasiado hermoso para ser
verdad.
Es Jesús quien va a
regenerar su fe. Lo más importante es que no se sientan solos. Lo han de sentir
lleno de vida en medio de ellos. Estas son las primeras palabras que han de
escuchar del Resucitado: "La Paz esté con vosotros... ¿Por qué surgen
dudas en vuestro interior?".
Cuando olvidamos la
presencia viva de Jesús en medio de nosotros; cuando lo ocultamos con nuestros
protagonismos; cuando la tristeza nos impide sentir todo menos su paz; cuando
nos contagiamos unos a otros pesimismo e incredulidad... estamos pecando contra
el Resucitado. Sí no es posible una Iglesia de testigos.
Para despertar su fe,
Jesús no les pide que miren su rostro, sino sus manos y sus pies. Que vean sus
heridas de crucificado. Que tengan siempre ante sus ojos su amor entregado
hasta la muerte. No es un fantasma: "Soy yo en persona". El mismo que
han conocido y amado por los caminos de Galilea.
Siempre que
pretendemos fundamentar la fe en el Resucitado con nuestras elucubraciones, lo
convertimos en un fantasma. Para encontrarnos con él, hemos de recorrer el
relato de los evangelios: descubrir esas manos que bendecían a los enfermos y
acariciaban a los niños, esos pies cansados de caminar al encuentro de los más
olvidados; descubrir sus heridas y su pasión. Es ese Jesús el que ahora vive
resucitado por el Padre.
A pesar de verlos
llenos de miedo y de dudas, Jesús confía en sus discípulos. Él mismo les
enviará el Espíritu que los sostendrá. Por eso les encomienda que prolonguen su
presencia en el mundo: "Vosotros sois testigos de estas cosas". No
han de enseñar doctrinas sublimes, sino contagiar su experiencia. No han de
predicar grandes teorías sobre Cristo sino irradiar su Espíritu. Han de hacerlo
creíble con la vida, no sólo con palabras. Este es siempre el verdadero
problema de la Iglesia: la falta de testigos.
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