El agua de la vida
Había una vez un rey que estaba tan enfermo que lo único que podía salvarlo
era el agua de la vida y nadie sabía donde hallarla.
El rey tenía tres hijos y una mañana el mayor de ellos decidió partir en
busca del agua maravillosa. Salió, pues, y cuando había cabalgado
algún tiempo se encontró con un enano horrible que le gritó: “¿Hacia dónde te
diriges?”. El príncipe, orgulloso le respondió “¿Y a ti que te importa?” Y
siguió su camino. El hombrecillo, enfadado, le echó una maldición.
Al poco rato el príncipe se encontró entre dos montañas, en un camino tan
estrecho que no podía moverse ni para adelante ni para atrás. Al segundo
hermano que salió en su busca, por haber tratado mal al enano la maldición lo
hizo atascarse en el barro. Entonces, partió el tercer hermano.
Cuando se cruzó con el enano y le preguntó dónde iba, el hijo del rey le
dijo la verdad. Entonces el enano le explicó que el agua de la vida
se hallaba en el castillo encantado y le entregó dos pedazos de pan para
dar a los leones que custodiaban día y noche la entrada al castillo.
El príncipe hizo todo tal y como el enano le había dicho. Cuando salía del
castillo con el agua de la vida, apareció una bella princesa que le
dio las gracias por romper el encanto que la mantenía encerrada y le aseguró
que, un año después, se convertiría en su esposa.
Al regresar, el muchacho se encontró con sus dos hermanos a quienes el
enano había dejado libres. Estos, al ver que traía
el agua maravillosa, lo adormecieron, le robaron el agua y
pusieron en su lugar agua de mar.
Al llegar al palacio, el príncipe entregó la copa al rey pero éste, al
probarla, se sintió más enfermo. Entonces, acudieron los dos hermanos y le
dieron el agua de la vida con la que el monarca sanó y, furioso con
su hijo menor, lo echó del palacio.
Mientras tanto, la princesa hizo construir un camino cubierto de oro y dijo
a su pueblo que quien por él viniese sería su prometido, pero si alguno
caminaba a izquierda o derecha del camino, habría que echarlo de allí.
Cuando el año pasó, el mayor de los príncipes fue en busca de la
princesa, pero para no estropear el camino de oro, cabalgó siempre a la
derecha. Al llegar a la puerta fue arrojado fuera sin contemplaciones.
No tardó en llegar el segundo príncipe, quien fue siempre por la izquierda.
Al llegar al palacio también fue rechazado y expulsado.
Finalmente, el pequeño se dirigió al castillo y cabalgó siempre
hacia adelante por el centro del camino de oro.
En la puerta fue recibido por la hermosa princesa y la boda se celebró
enseguida.
El rey, enterado de toda la verdad, acudió a la boda y castigó a sus dos
hijos mayores, echándolos para siempre de su reino. Nadie jamás los volvió a
ver.
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