"Ventana abierta"
Cerrado por resurrección
7 04 2007. 20-Abril-2014.
Domingo de Pascua.
Cada vez que se acerca la celebración de la Vigilia
Pascual recuerdo con simpatía una escena que ocurrió hace años en el Seminario
Diocesano de Santander, después de la celebración Pascual en la Catedral. El
breve diálogo se dio entre dos seminaristas diocesanos. Uno de ellos, lleno de euforia
pascual, medio en broma, medio en serio, exclama: «¡Alégrate, que Cristo
ha Resucitado!», a lo que su compañero responde siguiendo la broma: «Pero…
¿otra vez?».
La escena refleja esa doble vivencia que se da entre
l@s cristian@s. Por una parte están aquellas poquitas personas que viven con
alegría y entusiasmo el que Cristo haya resucitado y lo que eso supone para
sus vidas: que la última palabra no la tiene la muerte, que no existen
despedidas definitivas de aquellos seres a los que quieren, que merece la pena
vivir para Vivir y trabajar para hacer frente a los infiernos de los otros. Es
decir, hablamos de personas que, alimentadas de la Resurrección, se convierten
en “resucitadoras”.
Pero, por otro lado, hay una gran mayoría que viven el
acontecimiento de la resurrección como algo tan oído que ha caído en el saco de
la rutina, como algo que se repite año tras año y que resulta ya insípido.
Si crees que exagero no tienes nada más que mirar, por ejemplo, los rostros de
la gente (incluyendo al cura) que “celebran” la Eucaristía. Yo suelo decir que
se nos queda cara “de Viernes Santo”. La sombra de la Cruz ha marcado
tanto la fe de tanta gente que han sido incapaces de ver la luz de la
Resurrección. Y es que es muy triste ver a un cristiano o a una cristiana
triste. Yo diría que la tristeza, aunque humana, resulta antievangélica porque oscurece
la alegría que supone la Resurrección. Y el problema no se queda solamente
en la persona que vive su fe así. El problema se extiende a tod@s aquell@s que
leyendo el “evangelio” en las vidas de estas oscuras sombras llegan a la
conclusión de que si la fe cristiana es sinónimo de tristeza, ¿qué sentido
tiene creer?
Yo creo que muchas veces nos pasa como a las mujeres
que fueron al sepulcro. El asombro de no encontrar el cuerpo de Jesús se
acentúa cuando uno de aquellos hombres con vestiduras resplandecientes les
dice: «¿Por qué buscáis entro los muertos al que vive?» (Lc 24, 3–5). Eso
es lo que nos pasa, que nos empeñamos en buscar a Cristo entre los muertos
y no nos damos cuenta de que «no está aquí, sino que ha resucitado» (Lc
24, 6). El día que entendamos esto, nuestra fe cambiará, y hasta seremos
capaces de salir corriendo, llen@s de alegría, para decir a los demás: «¡Alégrate,
que Cristo ha resucitado!».
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