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martes, 25 de diciembre de 2012

Auto de Navidad II

"Ventana abierta"



Auto de Navidad II
Enviado por el Padre Leonardo 



Santo Padre, no me quites por favor la mula (o el mulo) y el Buey de mi Nacimiento…

Es posible, bueno, es verdad, que no los cita para nada el Evangelio. Y que tu dices  en tu obra que no los quitemos, que los pongamos junto a la cuna del Niño Dios. Tienes razón, pero es tan bonito… Te voy a presentar una bonita justificación  en forma de teatrillo.

Bradshaw. (Vestido con piel de buey) -¿Eres tu, muchacho? ¡Pasa! Todavía no hay nadie aquí. Vamos, entra.

Greene .- (17 años, vestido de asno). Avanza tímido unos pasos y se para) Me siento tan torpe…

B..- ¡Es natural! Da un trotecillo, para irte acostumbrando.

G.- Ayer, cuando el señor Doggar vino a decirme que Ud  le dijo que dijese que hiciese  yo el papel éste de asno, porque el sr Stone estaba indispuesto…No sabe usted la impresión tan grande que me supuso! ¡No he podido dormir en toda la noche! ¡Me gusta tanto este papel! No tengo miedo, sr Brad, de no hacerlo bien…!

B.-  Vamos, ¡ponte erguido! Todo saldrá a pedir de boca! Estoy seguro de que tú harás un asno muy simpático…

G.- Perdone, señor B. pero yo no quiero hacer un asno muy simpático. Yo quiero interpretar  al asno. El burro del Santo lugar, el del establo ¿Cree usted que podré, señor? ¿Piensa Usted  que seré capaz  de representar…de vivir el asno?

B.- ¿Qué edad tienes?

G.- 17 años, señor.

B.- Mira, tú aún no estabas en el vientre  de tu madre cuando yo ya llevaba  3 años bajo  esta piel del buey. Tuve que vestirla por primera vez una Navidad por hacer un favor…y ya van para 19 temporadas que me arropo en él cada Navidad…

G.-. Pero la vez primera que usted hizo el papel del buey ¿no se dio cuenta de que vestía la carne de uno  de los primeros y más nobles amigos de Jesús?

B.- Pues…la verdad es que…que no me acuerdo ya. Todo se gasta Greene ¿comprendes? Es posible que yo, a mis 30 años, tuviera también mis ilusiones, como todo el mundo, pero han pasado ya 19 años y estoy en torno ya de la cincuentena…todo se gasta. Pero este asno y este buey…a fin de cuentas, no son nada más que simples figurantes…

G.- Pero ellos ALIENTAN,  Señor… alientan ahí junto a ese Pequeño que duerme en la paja y que tiembla del frío. Estamos  en lo más crudo del invierno, señor B.

(a esto B. , el herrero,  cesa en su sonrisa y le presta atención al muchacho)

Se hallan los tres ahí  en aquel establo. El viento pasando por debajo de la puerta…si es que había puerta; la llama de la vela, siempre en un tris de apagarse. El techo, mísero, endeble,  sólo protegido por las telarañas y afuera: la noche y la nieve. 

Hace un frío terrible señor B. y, si nosotros dos no ALENTAMOS aquí, si no alentamos…¡el Pequeño puede morir de frío!

B.-. ¡Es verdad…! No había reparado en eso…!

¡Dios mío bendito! Alentaré, alentaré. 

G. Y con toda la fuerza de mis pulmones!..


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Leía este fragmento, me hizo impresión y me quedé pensando: ¿qué mal , qué daño hacía que estén las dos figuras? Y la contraria, ¿qué daño  irá a traer, el que no estén?


Me impresiona, me conmueve mucho la fe infantil, la ternura de cada pequeña figurita de un Belén: el herrero, el zagal, una oveja, una gallinita, los patitos. 
En el río, la lavandera:  me entristece quitar cada una de las sencillas piezas de un Belém en enero (y en el corazón).


Me preguntaba también si, viendo que tenían  que ponerse en viaje y que ya se acercaba el tiempo del dar a luz ¿no adquiría José un borriquillo? ¿Harían a pie el viaje? Y en el establo ¿no quedaría al cobijo, algún buey? A Egipto, ¿irían también a pié?


Me repugna quitar de mi Belém de barro, al asnillo y al buey.


He entrado (en la sierra de Soria) en alguna que otra majada de ovejas, para llevarme abono de una pequeña huerta que teníamos. 
El pastor, un vecino nos lo proporcionaba. 
Y nada más entrar es posible el notar la calidez del ambiente, incluso la "paz" en aquel refugio, con los más sencillos y domésticos animales del mundo. 
Allí el alentar de esos seres producía paz a todos, y una calefacción nada despreciable. 
En la cocina, junto a la chimenea, durmiendo el gato, y el perro. 
En el verano,  a veces, en la chimenea anidaban las golondrinas y desde abajo era posible verlas entrar y salir. Vacas, caballos, cuadras, cocina, chimenea, leñera, ovejas, todo sin mucho orden pero con mucha vida. 
¿Sería algo parecido el portal del niño Jesús? 
Años de vida más sencilla, menos mecanizada y más pacífica. Muy trabajadora, pero muy humana, con mucho tiempo para hablar, para pensar. 
Y nos enseñan valores no despreciables: sencillez,  vida familiar (¡ay las noches junto a la chimenea, con los padres, los abuelos, sin televisión, sin play station, y sin tantos deberes…!)Y con piedad profunda y sincera, con fantasía.


Lo dicho: me siento muy triste de romper en añicos una fe infantil (mía) de pequeñas figuritas de barro. Casi, casi, vivas (que ALIENTAN)


Aceptado por Leonardo. Y que sirva de FELICITACIÓN Y DESEOS FUTUROS
 
André Obey

 



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