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domingo, 30 de octubre de 2011

La alegría mala.

"Ventana abierta"


La alegría mala

Todos buscamos estar alegres, y no cualquier clase de alegría, sino aquella que surge espontánea de la felicidad interior.
La alegría es una cosa sana -nos expone aquí el sacerdote dominico
Fco. J. Rodríguez Fassio- hoy se habla de la risoterapia, la terapia de la risa como modo también de conseguir un bienestar mayor físico y síquico.
La alegría nos hace abrir los ojos al mundo de otra manera, ser más acogedores con las cosas, los acontecimientos, pero sobre todo con las personas.
La alegría sana busca comunicarse, compartirse, disfrutarse juntos; por eso, cuando nos sentimos alegres, nos sentimos vivos, nos sentimos bien, nos sentimos sanos, nos sentimos precisamente sin miedo, capaces de relacionarnos.

Pero, ¿existe la alegría mala?
Pues sí, también existe la alegría mala, que consiste en la alegría que produce el mal del otro.
Esta alegría mala es fruto de un alma mezquina, es hija del rencor, quizá ha venido por un dolor que uno ha sufrido, pero es un dolor que se ha gangrenado, que se ha convertido en algo permanente que nos está consumiendo por dentro como un tumor y se ha convertido en rencor, incluso en odio; a veces lo disfrazamos como sentimiento de necesidad de justicia, de compensación ante el mal sufrido real o supuesto, pero se nos ve el plumero, porque el que busca la justicia o la compensación, busca sobre todo también recuperar a la otra persona, al ofensor, busca establecer una nueva relación que no se quede en la ofensa; mientras que aquel que tiene rencor, de alegría mala, lo que quiere es hundir al otro, poder decirse:
"¡Más grande y más dura  será la caída!".
Necesita el regodeo íntimo de ver al otro por los suelos.

Es curioso, porque este tipo de alegría mala también busca cómplices, gente que me estimule, que me ayude, me dé la razón, me ayude a pisar al otro.
Y cuando ya se trata de grupos o masa, todavía es más terrible; cuando la masa se enfurece, odia, o tiene rencor, entonces se convierte en un monstruo agresivo que genera espiral de odio y de violencia.
Esta alegría mala, es curioso, porque hace más daño al que la tiene, que a aquel que quiere ofender; ya decían los antiguos moralistas de los tiempos de los romanos y de los griegos, y después los medievales, que:
"Todo mal que se hace, repercute en primer lugar a la persona ofendida, excepto la envidia y el odio, porque la envidia y el odio al primero que hace mal es a la persona que lo hace".
El odiado, el envidiado, puede quedarse la mar de tranquilo, puede ser que no le afecte lo que nosotros pensamos sobre él, lo que nosotros hablamos de él, incluso lo que le hacemos; pero el odiador y el envidioso, verdaderamente se degrada como persona.
Quizá nos hace falta una terapia de saneamiento interior, también saber reconocer nuestros sentimientos y ver los que nos hacen bien y los que nos hacen mal a nosotros mismos y a los demás.
Y la alegría mala es síntoma de que las cosas no funcionan, porque además nos hacen peores que los animales; los animales no sienten odio, no sienten envidia, no sienten rencor, no se alegran del mal del otro.
¿Qué tipo de seres vivos seremos cuando ni siquiera nos acercamos al nivel de la animalidad? 
Por eso, quizá sea un buen examen preguntarnos:
¿Qué te alegra?
Porque:
 "Dime qué te alegra y te diré quién eres".


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