"Ventana abierta"
Cerca de mi casa hay un terreno de pasto.
Dos caballos viven allí.
De lejos, parecen caballos normales... pero cuando uno se acerca y mira con detenimiento, puede observar que uno de ellos está ciego.
Aún así, el dueño no se deshizo de él y le consiguió un amigo, un caballo más joven.
Esto ya es de admirar.
Y si prestas atención, oirás el sonido de una campana.
Buscando de dónde viene el sonido, verás que cuelga del cuello del caballo joven.
De esta manera, el caballo ciego sabe siempre donde está su compañero y sigue tras él.
Ambos pasan el tiempo comiendo brotes tiernos de hierba, y al finalizar el día, el caballo ciego sigue a su compañero hasta el establo, donde se guarecen de la noche.
El caballo que porta la campana vuelve de vez en cuando la cabeza, como si quisiera asegurarse de que su compañero ciego le sigue.
Mientras el caballo ciego, que se guía por el sonido de la campana, avanza confiado de que va por buen camino.
Como el dueño de esos dos caballos, no deberíamos deshacernos de aquellos que no son tan perfectos, como quisiéramos.
Y cuidar de la misma forma, que nos hubiera gustado que lo hicieran con nosotros, de haber ocupado su lugar.
Algunas veces somos el caballo ciego guiado por el sonido de alguien, que se acerca a nuestra vida.
Otras veces somos el caballo que guía y ayuda a otros a encontrar su camino.
Así son los buenos amigos, no necesitas verlos, porque siempre están cuando los necesitas.
¡Por favor, oye mi campana,
que yo también escucharé la tuya!
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