"Dios sigue muriendo por ti"
Charli
A tan sólo dos semanas de que Madrid se vista de fiesta para recibir al Papa e inmersos en esta tela de araña conque nos envuelve este caluroso verano, estos ajetreados días tengo la sensación de desfallecer en la oración, de arrinconar la caridad y de desprenderme de la cruz que a diario custodia mis pasos: Parroquias, Grupos, Movimientos, Países y Continentes enteros, ya han avisado a sus respectivos corazones, que se vienen de mudanza a Madrid: maletas, mochilas, vestiduras, aperos varios, y sobre todo mucha ilusión... Ya tienen preparado sus billetes para una estación que marcará para siempre el viaje de sus vidas.
Así, al compás de un acontecimiento mundial por y para la juventud, crece a marchas forzadas nuestras ansias por hacer de nuestro país una cuna común y una fraternidad que no conozca de barreras de ningún tipo, una casa donde el único lenguaje sea el del amor, donde el único tiempo verval se conjugue bajo el reflexivo desprenderse, y donde la única realeza sea la corona que lleva el nombre de Jesucristo, es lógico y normal que nos desvivamos por agasajar a los peregrinos que vienen a nuestra ciudad con todo tipo de viandas personales, materiales y espirituales; de hecho, sólo así, desde el don de la gratuidad, podremos examinarnos de la asignatura del amor, mientras vislumbramos el atardecer de la vida.
Hoy, nuestra agenda está marcada por la visita del Vicario de Cristo a Madrid, pero no podemos olvidar, que al otro lado del mar y en un país llamado Somalia, donde casi todos los días da la sombra, donde tienen playa pero nunca han disfrutado de un verano, siguen muriendo niños por culpa de un hambre que los mercados se guardan en sus propios bolsillos.
Maralal, una de las diócesis de acogida de los cientos de miles de refugiados que huyen del hambre de África, están muriendo poco a poco debido al aumento del precio de todos los alimentos básicos como: harina, alubias, arroz o maiz.
En esta diócesis acogen a peregrinos con hambre y con sed, pero la necesidad es mucho mayor que la poca comida, que pocas veces espera servir a sus platos.
El Papa viene a visitarnos y debemos estar alegres y alerta, pero al otro lado del mar, Somalia llora de dolor y grita de hambre.
No podemos olvidar, que aunque cientos de tareas nos desborden a manos llenas nuestros propios medios y expectativas, debemos dar a luz nuestras entrañas de misericordia y estar al lado del pobre.
La Jornada Mundial de la Juventud nos invita a vivir una gran fiesta de fe, al lado de un Jesucristo joven, vivo y peregrino, a la vez que un Jesucristo que murió en una cruz de madera, astillada por nuestros pecados y hastiada por nuestra indiferencia.
Por ello, hoy más que nunca, debemos volver al "Huerto de los Olivos" a acariciar la tierra de Getsemaní y permanecer al lado de un Jesús tembloroso y empapado de lágrimas, aún con el peso de la Pasión o de 30 míseras monedas de plata, sin olvidar que sólo hay una cosa importante, que se escribe con la tinta de la misericordia, y que se llama DIOS.
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