Pesebre de la buena fortuna
La tradición señala que allí donde se vuelva a recrear su nacimiento, el Mesías vendrá en persona a proteger el hogar y brindar toda clase de dicha.
Al principio, la reproducción de los pesebres se realizaba en los conventos e iglesias. Luego, las Familias nobles, mandaron tallar y modelar imágenes para tener en su casa el privilegio de un altar elevado al niño Dios.
Afortunadamente, el Niño Jesús no reconoce diferencias y la tradición del pesebre se extendió a las familias más humildes.
El pesebre puede armarse cualquier día previo a la Nochebuena.
Quien entre a la casa debe acercarse primero a saludar respetuosamente ese lugar que, desde el momento en que se arma, se convierte en un espacio sagrado.
No es indispensable poner figuras costosas e, inclusive, tienen más valor si son talladas o armadas por los miembros de la familia, que de ese modo impregnan con sus emociones cada pieza.
Es importante, sí, saber que la imagen del Niño Dios no debe estar presente en el pesebre.
Recién entrado el día 24 de diciembre a las 24 horas, el más pequeño de los integrantes de la familia debe acercarse con el Niño Jesús en sus manos y depositarlo en él.
Ese será un momento de oración y adoración, dejando para después los brindis y regalos.
Sólo así, recibiéndolo con el respeto y maravilla que se merece, el Mesías quedará en el hogar y protegerá a cada uno de sus miembros.
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