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viernes, 1 de julio de 2011

El burrito

"Ventana abierta"


El burrito de un niño pequeño.

little donkey

Hace mucho tiempo, había un niño pequeño que le encantaban los caballos.
Alguna vez más que otra, le había pedido a su padre que le comprara uno. A veces, cuando podía, el niño guardaba dinero con la ilusión de poder comprarse uno propio -como él decía- más adelante.

 "¡Papá!", -le dijo un día.
"¡Mira cuánto dinero he ahorrado para comprar mi caballo!".

El padre, lo miró tiernamente, y después de comprobar la cantidad de dinero del que su hijo disponía, le explicó:

¡Bien hecho por guardar tu dinero, hijo mío!, pero me temo que con eso no vas a tener suficiente para comprar un auténtico caballo, como el que tú deseas".

¡Está bien, papá!-le repuso el niño:

"¡Voy a seguir juntando dinero, y algún día voy a tener suficiente.
Quiero comprar un caballo como los que tienen los soldados romanos!".

Lo que no sabía el niño, era que su padre estaba planeando desde hacía tiempo ir a comprarle un caballo para su cumpleaños.


Al día siguiente y muy tempranito, su padre fue al único establo que había en su pueblo donde podría encontrar el caballo que él buscaba para su hijo.

Cuando llegó, encontró un pequeño caballo que consideraba de tamaño perfecto para el niño.

¡Oiga, señor! ¿Cuánto cuesta éste caballo? -Le preguntó al dueño.

¡Oh no, lo siento! -le respondió el dueño.

"Este caballo ya ha sido vendido y no disponemos de ninguno más para la venta. Los soldados romanos vinieron ayer y compraron todos los que tenía. Bueno a excepción de ese burro que está dormido ahí en la esquina".

"Mi hijo va a estar tan decepcionado..." -comentó cabizbajo el padre del niño-.
"Estaba casi seguro de poder encontrar el caballo adecuado para regalarle a mi hijo en su cumpleaños. 
¡Dígame, por favor, ¿cuánto cuesta ese burrito que dice usted?

"El burro le pertenece a mi hijo -le respondió el dueño.

No ha sido nunca montado por nadie, pero es muy dócil y seguramente se portará bien.
Mi hijo se fue para trabajar con el gobernador romano y ya no podrá cuidar del burrito. Así que si me promete usted que le va a dar un buen hogar, se lo puedo vender".

¡Oh eso sería maravilloso! -dijo el padre del niño.

¡Estoy seguro que a mi hijo le encantará tener su propio burrito!

Como el animalito era demasiado pequeño, el padre decidió que lo mejor sería caminar a su lado en lugar de montarlo. Además él prefería que fuese su hijo el que lo hiciera. 


 Cuando llegó a casa, le enseñó a su hijo con orgullo el burrito que le había comprado. Explicándole además, que el animalito le había pertenecido anteriormente al hijo del dueño.

Cuando el niño vio el burrito, comenzó a llorar, diciendo:

"¡Pero Papá, este no es el caballo que yo esperaba!
 ¿Cómo voy a ser respetado con un pequeño burrito?
¡Las personas famosas siempre llevan caballos!".
 Luego, girándose, dio media vuelta y desapareció de la estancia muy triste y apesadumbrado.  

El padre del niño se acercó donde se encontraba el burrito, y acariciándole suavemente, le dijo: 
 "Es verdad que eres pequeño y no tienes experiencia, pero pareces ser tan dócil, amigable y bueno... Tal vez algún día mi hijo te acepte".
 Luego lo ató delicadamente a un árbol.

Momentos después, dos hombres se acercaron a él. 
 Ellos, señalando al burrito, le pidieron un favor especial al padre del niño, que él gustosamente se lo concedió.

Tan sólo habían transcurrido unas cuantas horas, cuando el hijo llegó corriendo a casa con sus amigos.

"¡Padre, ven con nosotros! -gritó el niño.
¡El Rey está aquí!
 Toda la gente está al borde del camino y lo están esperando".

"¿A qué te refieres con el Rey?" -preguntó el padre.

"¡Jesús, el Rey!, ¿no te acuerdas?

Él se encuentra a la entrada de la ciudad y todos están alegrándose. ¡Vamos a verlo!"

Por el camino, todos corrieron juntos.

Cuando llegaron, se encontraron conque todos estaban cantando alabanzas y movían de un lado a otro las palmas de olivo que tenían en sus manos.
Podían oír a la gente gritar de júbilo:
 "¡Hosanna! ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!".

El niño pequeño se aferró fuertemente a la mano de su padre, y le dijo:

 "¡Mira, papá, ya casi llega Jesús!"

"¡ Observa y mira muy bien, hijo mío!" -le dijo el padre emocionado.

 "¡Jesús viene acercándose a nosotros montado en un pollino, en un  pequeño burrito!, ¿lo ves, hijo?"
 


"¡Sí padre!" -dijo el niño, gratamente sorprendido y con lágrimas de alegría en sus ojitos risueños.

 ¡¡¡El Rey viene montado en mi magnífico y pequeño burrito!!!
FIN

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