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domingo, 12 de junio de 2011

Pentecostés.

"Ventana abierta"



Pentecostés


Todo se inunda con la Gloria de Dios.
Pan y vino, aire y sol descienden del Cielo hasta la marisma, y entonces la Madre de Dios baja a nosotros en su Romería.

Monición de entrada:
D. Manuel Galán Cruz, escritor, autor del libro sobre los exvotos del Rocío.

Hermanos en Cristo resucitado, Hijo de María Santísima del Rocío.
Somos Iglesia de Cristo, comunidad animada por el Espíritu Santo.
Hoy celebramos una gran fiesta, la Pascua de Pentecostés.
Celebramos los 50 días después de la Resurrección de Jesucristo, la Pascua de la Vida.
Esta es la Pascua del Amor, la Pascua de Fuego.
En estos tiempos difíciles, tomemos conciencia de cuánta necesidad tenemos del Espíritu Santo, sin Él la Iglesia se disgregaría y nuestros corazones se apagarían.

Hoy nos reunimos, como los discípulos en el Cenáculo en torno a María, para prepararnos a recibir el gran don de Dios, que se hace don, la promesa del Padre.

Hoy aprovechamos para dar gracias al Pastor Divino del Rocío y a su Madre, la Santísima Virgen, por la Beatificación de Juan Pablo II.
El pasado 1 de Mayo, el Papa Benedicto XVI lo beatificó en la Plaza de San Pedro en un gran ambiente de júbilo y de fiesta.
El Papa, que el 14 de Junio de 1993 visitó este Santuario y oró a los pies de nuestra Madre.
El Papa, que debido a sus múltiples viajes fue conocido entre los medios de comunicación, como:
 "Atleta de Dios, el caminante del Evangelio, el Papa viajero o el Papa peregrino", en aquel histórico 14 de Junio, invitaba a toda la familia rociera a hacer de este lugar del Rocío, una verdadera escuela de vida cristiana, en la que bajo la protección maternal de María, la fe crezca y se fortalezca con la escucha de la Palabra de Dios, con la oración perseverante y con la recepción de los sacramentos, especialmente de la Penitencia y de la Eucaristía.

En este marco incomparable del Real del Rocío. En esta mañana plena de luz y color, este lugar se convierte en un nuevo Cenáculo, y en él nos disponemos a celebrar el momento central de la Romería, la Misa Pontifical.

El pueblo de Dios, reunido en torno a la mesa de la Eucaristía, espera y celebra la Venida del Espíritu Santo sobre la Iglesia aquí congregada.
Con la llegada de la Pascua de Pentecostés, la Hermandad Matriz, con sus Hermandades Filiales, Asociaciones, todos los rocieros, todos los cristianos, renovamos la fe con la fuerza del Espíritu que alienta nuestras almas, conmemorando el nacimiento de la Iglesia Universal.
Bienvenidos  todos aquellos que habéis peregrinado hasta nuestro Santuario:
Hermandades y asociaciones rocieras, peregrinos venidos de muy diversos lugares, y cuantos participáis de esta Eucaristía a través de los medios de comunicación, especialmente los enfermos, ancianos e impedidos.
En este ambiente de fiesta y de esperanza, sean nuestras actitudes principales, las de pobreza, acogida y súplica intensa.
Dispongámonos a recibir la gracia del rocío del Espíritu Santo.
Que Él nos conforte, transforme y fortalezca nuestra fe.


Monseñor Obispo de Huelva D. José Vilaplana Blazco.

Querid@s herman@s todos, especialmente mayores, enfermos..., que os unís a esta celebración.
Os saludo con todo afecto.

Llenos de alegría, de esperanza, estamos reunidos junto a nuestra Madre, la Virgen del Rocío, para celebrar solemnemente la fiesta de Pentecostés.


En esta fiesta, contando con la intercesión de María, esperamos que el señor cumpla en nosotros su promesa, enviándonos el rocío del Espíritu Santo, para que seamos testigos valientes de la Buena Noticia de Jesucristo en medio de nuestra sociedad marcada por una profunda crisis económica y moral, y nos haga capaces de aportar la luz que indique a los hombres, nuestros hermanos, el camino que conduce a un mundo renovado y fraterno.



Venimos al santuario de Nuestra Reina y Patrona, cargados con las intenciones particulares y las de las personas queridas, para presentarlas ante el Señor por intercesión de María, buscando:
Salud para nuestros enfermos.
Paz para nuestros hogares.
 Trabajo para los parados.
Luz para nuestras vacilaciones.
Y fuerza para el corazón que tantas veces se siente tambaleante y frágil.
Llevamos también nuestro corazón lleno de gratitud, porque en medio de las dificultades de la vida, no faltan los consuelos que Dios nos ofrece.

 

Reconocemos como don de Dios:
El nacimiento de los hijos.
Los años compartidos en el matrimonio.
La salud recuperada.
Y tantos hermosos momentos de nuestra vida, por los que nos sentimos llamados a cantar con María las misericordias del Señor.

En la fiesta de Pentecostés el Señor nos repite sus palabras:
"Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo".



Pentecostés es la fiesta de la misión de la Iglesia.
Como cristianos, estamos empujados a dar testimonio del Señor en medio de nuestro mundo, a pesar de nuestras debilidades.
Los apóstoles eran débiles, como nosotros, pero el Señor exhaló su aliento sobre ellos, y les dijo:
"Recibid el Espíritu Santo"".



Y ese soplo suave del Señor, se convirtió en viento recio el día de Pentecostés, en el día en que esos mismos apóstoles fortalecidos con el fuego del Espíritu Santo, salieron por los caminos del mundo a manifestar el amor de Dios y a plantar la Iglesia como sacramento de salvación, para todos los países del mundo.



Queridos hermanos/as, esta es nuestra misión, misión que sólo podemos realizar contando con la fuerza del Espíritu Santo, que hoy imploramos para todos de la mano de María, la Virgen del Rocío.

La misión no es fácil, pero no podemos eludirla.

El Papa Juan Pablo II recientemente  beatificado, en esta misma aldea del Rocío, nos lanzó un mensaje, que hoy, dando gracias por su Beatificación, quiero recordar, para hacerlo resonar de nuevo en vuestros oídos. Su mensaje nos ayudará a tener conciencia de nuestra participación como rocieros en la misión de la Iglesia.



El Papa, que estuvo en el Rocío, valoró esta devoción a la Virgen, invitándonos a descubrir y cuidar los fundamentos más originales de la misma. Nos decía:
"En las raíces profundas de este fenómeno religioso y cultural, aparecen los auténticos valores espirituales de la fe en Dios, del reconocimiento de Cristo como Hijo de Dios y Salvador de los hombres, del amor y de la devoción a la Virgen y de la fraternidad cristiana que nace de sabernos hijos del mismo Padre Celestial".



Desde el balcón que mira a la marisma, el 14 de Junio de 1993 -pasado mañana se cumplirán 18 años- el Papa nos dijo:
"Vuestra devoción a la Virgen manifestada en la Romería de Pentecostés, en vuestras peregrinaciones al santuario, y en vuestras actividades en las Hermandades, tiene mucho de positivo y alentador; pero se le ha acumulado también -como vosotros decís- polvo del camino que es necesario purificar.
Y nos advirtió de un riesgo, desligar la manifestación de religiosidad popular de las raíces evangélicas de la fe, reduciéndola a mera expresión folclórica costumbrista, sería traicionar su verdadera esencia.
Es la fe cristiana, es la devoción a María,  es el deseo de imitarla, lo que da autenticidad a las manifestaciones religiosas y marianas de nuestro pueblo". Estas son las palabras del Papa.



Añadió el Papa Juan Pablo II, enamorado de María, unas palabras en las que nos marcó también un camino seguro, y nos encargó una tarea concreta:
"Os invito -decía- a todos a hacer de este lugar del Rocío, una verdadera escuela de vida cristiana, en la que bajo la protección  maternal de María, la fe crezca y se fortalezca con la escucha de la Palabra de Dios, con la oración perseverante, con la recepción frecuente de los sacramentos, especialmente de la Penitencia y de la Eucaristía.
Éste, y no otro, es el camino por el que la devoción rociera ganará cada día en autenticidad".


No cabe duda, de que el mensaje del Beato Juan Pablo II en esta aldea del Rocío, fue una intervención profética, que hoy debemos acoger de nuevo y llevar a la vida.
Podríamos decir, que quizá hoy es todavía más actual, por la situación  en que se encuentra nuestra sociedad, sumergida en una crisis moral y económica.
La crisis moral lleva al relativismo, y a vivir como si Dios no existiera. En esta situación, muchas personas se dejan llevar por formas de vida incompatibles con la vida cristiana.
La crisis económica origina mucho sufrimiento, y lleva a muchos hombres y mujeres a la desesperanza.

Los cristianos no podemos permanecer indiferentes ante este panorama, sino ofrecer todas las energías transformadoras que brotan del Manantial y del Amor de Dios.

Debemos sentirnos responsables de buscar con generosa creatividad las respuestas que recibimos del Evangelio, tanto para descubrir a las personas el sentido de la vida que sólo Dios puede dar, como para buscar caminos solidarios que nos conduzcan a una sociedad más justa y fraterna.

Querid@s herman@s,  de la mano de la Virgen María, la humilde Doncella de Nazaret, afiancemos nuestra confianza en Dios Padre, confianza que nos ofrece la paz del corazón y el cimiento firme para poder afrontar con esperanza las dificultades del momento presente.
Sin confianza no podemos avanzar.



De la mano de la Virgen María, la Madre del Señor y Madre nuestra, retomemos el seguimiento de Cristo, el Pastorcito Divino, el Buen Pastor que nos guía por el camino del amor auténtico y nos invita a vivir una vida llena de generosidad, de entrega, de austeridad y nos enseña a compartir con los hermanos cuanto somos y tenemos.

De la mano de María Llena de Gracia, seamos dóciles a las inspiraciones del Espíritu Santo, que nos permite abrir caminos donde sólo vemos callejones sin salida, y seguir peregrinando haciendo el bien dondequiera que estemos.

La peregrinación al Rocío, debe suponer para todos nosotros un momento de renovación espiritual.

En la fiesta de Pentecostés, debemos beber en la Fuente Viva que es Cristo, y afianzar las raíces de nuestra fe.



En esta renovación espiritual -como nos recordaba el Beato Juan Pablo II- tienen un papel fundamental los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía.



Precisamente este año, se han abierto en el Santuario dos nuevas capillas:

La Capilla Penitencial, en la que cuando venimos, como "la oveja perdida" o como "el hijo pródigo", podemos encontrar el abrazo misericordioso del Padre que nos permite renacer de nuevo y recuperar la vestidura bautismal de hijos.



La Capilla del Santísimo Sacramento, que nos recordará siempre la importancia de alimentar nuestra existencia con el Pan de Vida que es Cristo, y en la que podemos afianzar nuestra amistad con Él, disfrutando de su Presencia y Compañía en diálogo íntimo.

El día de su inauguración, dije a los asistentes, que una madre quiere ver siempre a sus hijos limpios y bien alimentados. También María, nuestra Madre del Rocío, nos quiere ver con el alma limpia y alimentados con el Cuerpo de su Hijo, que nos da vigor y fortaleza para vivir como auténticos discípulos.

Agradezco al Sr. Cura Párroco, al Presidente y a la Hermandad Matriz, así como a todos los colaboradores que hayan llevado a término esta hermosa iniciativa que enriquece  nuestro querido Santuario del Rocío.

Mis queridos hermanos/as rocieros y peregrinos:
"¡Qué bien se está aquí!"

Demos gracias al Señor, que nos permite compartir esta experiencia de fe en la alegría y en la fraternidad.

Quiero recoger todas vuestras intenciones, para presentarlas al Señor en esta Eucaristía, contando con la intercesión maternal de María, Madre nuestra del Rocío.

Quiero, antetodo este año, pedir con vosotros por las familias que se encuentran angustiadas por el problema del paro.
 Que sepamos estar junto a ellas.
 Que aprendamos a compartir generosamente.
Que alentemos su esperanza, para que no se dejen vencer por el desánimo.
Que encontremos caminos, para que todos podamos disfrutar de un trabajo digno y estable.

Además quiero pedir este año, especialmente, por todos los jóvenes de nuestras Hermandades y los jóvenes del mundo entero, para que acogiendo la invitación del Papa Benedicto XVI que los ha convocado a la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, obtengan frutos abundantes de este acontecimiento de gracia, que arraigados y edificados en Cristo, sean firmes en la fe.



Santa María, Madre nuestra del Rocío, acompaña a los jóvenes y a todos nosotros, para que seamos auténticos testigos del Amor de Dios en nuestro mundo.





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