¡QUÉ LINDO TENER A TU HIJO EN BRAZOS ...
PERO ES MARAVILLOSO LLEVARLO DENTRO!
En el día de la madre siempre hemos hablado desde la experiencia de ser hijos e hijas, pero hoy me apetece hablar como madre; y no de la experiencia de parirlos y criarlos, sino de las sensaciones que experimentamos en el tiempo de gestación.
Todas las mujeres que hemos sido madres recordamos la sensación extraña que nos embargó en aquel primer instante en que supimos que dentro de nosotros comenzaba a germinar una nueva vida.
Te sentías como una diosa, como un ser privilegiado al que Dios le había concedido el don de concluir la obra divina de la Creación del Universo.
Durante nueve meses el cuerpo de la mujer se convertirá en un perfecto laboratorio donde se producen y desencadenan miles de reacciones químicas tan complicadas que sólo se pueden realizar en ese precioso nido al calor del amor y al ritmo de un corazón humano, en este caso, un corazón de mujer.
Mientras, los sentimientos y pensamientos de esa mujer y todos sus actos, quedarán condicionados y dedicados por entero a ese nuevo ser que poco a poco se irá desarrollando hasta el momento cúlmen del nacimiento.
Es indescriptible la sensación -y todas las madres lo sabemos- que se puede experimentar cuando por primera vez notas que una nueva vida bulle en tu interior, esos movimientos casi imperceptibles al principio y esos patadones o pataditas al final, según el carácter que traiga, cuando se da la vuelta, o cambia de posición, cuando bosteza o cuando estornuda, cuando está incómodo, etc.
Todo eso lo percibe una madre cuando todavía su hijo no ha llegado a este mundo.
El momento decisivo del parto, en el que la madre se entrega totalmente para que su hijo/a, vea la luz de este mundo y comience a vivir su propia vida.
Un momento grandioso y único es aquel en el que se corta el cordón umbilical que ha servido de vínculo entre madre e hijo, pues a través de él se ha formado una vida.
Simbólicamente ese cordón umbilical, aunque realmente ha sido cortado, emocionalmente seguirá existiendo y perdurará hasta la eternidad.
Y a partir de entonces, la vida de toda mujer, jamás podrá desvincularse ni desentenderse de la circunstancia más importante que le ha tocado vivir y que la marcará por siempre con un sobrenombre que hoy celebramos:
Todas las mujeres que hemos sido madres recordamos la sensación extraña que nos embargó en aquel primer instante en que supimos que dentro de nosotros comenzaba a germinar una nueva vida.
Te sentías como una diosa, como un ser privilegiado al que Dios le había concedido el don de concluir la obra divina de la Creación del Universo.
Durante nueve meses el cuerpo de la mujer se convertirá en un perfecto laboratorio donde se producen y desencadenan miles de reacciones químicas tan complicadas que sólo se pueden realizar en ese precioso nido al calor del amor y al ritmo de un corazón humano, en este caso, un corazón de mujer.
Mientras, los sentimientos y pensamientos de esa mujer y todos sus actos, quedarán condicionados y dedicados por entero a ese nuevo ser que poco a poco se irá desarrollando hasta el momento cúlmen del nacimiento.
Es indescriptible la sensación -y todas las madres lo sabemos- que se puede experimentar cuando por primera vez notas que una nueva vida bulle en tu interior, esos movimientos casi imperceptibles al principio y esos patadones o pataditas al final, según el carácter que traiga, cuando se da la vuelta, o cambia de posición, cuando bosteza o cuando estornuda, cuando está incómodo, etc.
Todo eso lo percibe una madre cuando todavía su hijo no ha llegado a este mundo.
El momento decisivo del parto, en el que la madre se entrega totalmente para que su hijo/a, vea la luz de este mundo y comience a vivir su propia vida.
Un momento grandioso y único es aquel en el que se corta el cordón umbilical que ha servido de vínculo entre madre e hijo, pues a través de él se ha formado una vida.
Simbólicamente ese cordón umbilical, aunque realmente ha sido cortado, emocionalmente seguirá existiendo y perdurará hasta la eternidad.
Y a partir de entonces, la vida de toda mujer, jamás podrá desvincularse ni desentenderse de la circunstancia más importante que le ha tocado vivir y que la marcará por siempre con un sobrenombre que hoy celebramos:
¡MADRE!
DEDICADO CON ESPECIAL CARIÑO A MI MADRE, QUE A SUS 88 AÑOS TODAVÍA PUEDO DISFRUTAR DE SU PRESENCIA.
A MI SUEGRA QUE YA HACE QUE NOS FALTA 15 AÑOS Y QUE NOS SONRÍE DESDE EL CIELO.
Y A MIS TRES HIJAS:
YOLANDA, RAQUEL Y Mª ELÍSABET
POR HABERME HECHO SENTIR LAS SENSACIONES QUE HE DESCRITO, Y QUE CONTINÚO EXPERIMENTANDO AHORA CON EL REGALO DE SUS HIJOS,
MIS CUATRO NIETECITOS:
POR HABERME HECHO SENTIR LAS SENSACIONES QUE HE DESCRITO, Y QUE CONTINÚO EXPERIMENTANDO AHORA CON EL REGALO DE SUS HIJOS,
MIS CUATRO NIETECITOS:
ÁNGEL, IVÁN, SERGIO, VÍCTOR
Y OTRO NUEVO BEBÉ QUE VIENE EN CAMINO, D.M.
Y OTRO NUEVO BEBÉ QUE VIENE EN CAMINO, D.M.
¡FELIZ DÍA DE LAS MADRES!
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